sábado, 27 de marzo de 2010

Episodio 21: Semblanzas

«Preciso tiempo necesito ese tiempo/ que otros dejan abandonado/ porque les sobra o ya no saben/ que hacer con él/ tiempo/ en blanco/ en rojo/ en verde/ hasta en castaño oscuro/ no me importa el color/ cándido tiempo/ que yo no puedo abrir/ y cerrar/ como una puerta»

Tiempo sin tiempo - Mario Benedetti

Christian es de esos amigos con los que se puede contar. En la semana tenía programado ir a verlo a su departamento en Santiago Centro. Habíamos acordado que él me iba a hacer la paleteada de arreglar mi computador. Debido a que, entre virus y troyanos, era difícil trabajar con un aparato en ese estado. Llegué a eso de las ocho de la noche a su departamento. Obviamente teníamos cosas qué conversar. Él vive junto a su polola Daniela y su hermano Andrés. Es bueno saber que se es bienvenido en la casa de un gran amigo en cualquier ciudad en la que se encuentre. Con prescindencia del lugar, el estado emocional y los problemas de momento. Me senté, y comencé a conversarme unos cigarrillos con Christian, mientras él intentaba darle una solución a mi computador.

Él estaba muy cambiado. Desde hace un par de años que se corta el pelo seguido, se lo peina hacia el lado; y usa la camisa dentro del pantalón. En su trabajo le exigen estar vestido de esa forma. Cómo ha pasado el tiempo. Atrás quedaron nuestras andanzas por Viña del Mar, donde jugábamos fútbol a la hora que se nos antojara. Inventábamos canciones graciosas; él hacía otras más para hacer reír a todo el grupo. Alguna vez llegó con una tapa de la rueda de un auto a la sala de clases, se justificó diciendo que la había encontrado en la calle nada más. También las salidas por las calles de Valparaíso, donde me invitaba a la casa de sus abuelos en el Cerro Cárcel, cuya vista se dirigía hacia una quebrada magnífica llena de coloridas casas achoclonadas, en la cual se podía apreciar, en su esplendor, toda la bahía del puerto de Valparaíso.

Ahora Christian está distinto, enfrentando la vida de un hombre y no de un niño. Siempre me ha llamado la atención esa empatía y preocupación que siente por sus cercanos; además de la entereza para sobrellevar dificultades. Su forma calmada de ver la vida, y las posibles soluciones que se han concretado a su favor.

Montserrat está lejos de su familia de Viña, se fue de viaje a Nueva Zelanda por un par de meses, en busca de nuevos horizontes. Mantenemos contacto permanente, que han dado como coincidencia el comunicarnos los días viernes. Ella está muy bien, hace un par de días atrás vivió la fiesta de la vendimia. Se dedica a trabajar, ha sorteado aventuras, conocido gente de lugares recónditos a Chile; ahora planea un viaje a Tailandia, pero tenía un sutil dilema si ir o no ir. Yo le recomendé que hiciera ese viaje; que, a lo mejor nunca más se le presentaría la ocasión de hacerlo. Ella me comenta sobre su vida por chat, intuyo que es con mucha emoción. La última vez que nos logramos comunicar, hablábamos de la importancia de la palabra a la distancia. El mensaje de apoyo que, a lo lejos en Blenheim, se traduce en un abrazo afectuoso, se convierte en cuerpo.

La Monse estaba preocupada a miles de kilómetros por el terremoto que ocurrió acá. Aquí se agudiza la idea anterior, las palabras se hacían necesarias. Al final, logró comunicarse con los suyos, y el resto logramos contactarla para decirle que aquí todo estaba bien y no tan mal como se mostraban en las noticias en el exterior.

Cómo pasan los años. Sólo coincidencia podría ser el hecho que, pese a conocer a mis dos amigos en el colegio, ninguno de ellos haya estado en el anuario el año en que egresamos del cuarto medio. Nunca me expliqué porqué el Christian y la Monse no tuvieron un espacio en la, en su tiempo, cotizada semblanza. Siquiera un trocito de papel entre las socarronas y producidas sonrisas de algunos, y los discursos de "concurso de belleza" de otros que ya nadie debe recordar. Las semblanzas de otros que habrán sido olvidadas, o botadas al tacho de la basura. Me tomo la plena libertad de hacer una por ellos. Por dos grandes personas de las cuales siento un profundo cariño y admiración. Más que una hoja, un abrazo y un brindis, un fuerte deseo de que la próxima vez que nos veamos sea para reírnos a carcajadas un buen rato.

sábado, 20 de marzo de 2010

Episodio 20: Paredes que hablan



No ha sido un mes fácil para ningún habitante de este país. Marzo siempre es el mes de apretarse el cinturón, de la inversión necesaria, el retorno rutinario, el olvido del verano y la bienvenida al otoño. Además del condimento indeseado: El terremoto que sucumbió nuestro diario vivir hace tres semanas atrás. En este contexto están las paredes que hablan.

Solas y sin tener que explicar, más bien interpretar, están las paredes de la ciudad. Grietas gruesas, estructurales, superfluas o simples desperfectos solucionables con pasta de muro, nuestras paredes hablan por sí solas.

Hace algún tiempo leí un artículo sobre el arte callejero: los «grafitis». Artistas para algunos, vándalos para otros; los grafitis están presentes en la mayor parte de la ciudad, en especial en Santiago. Unos feos, otros no tanto, algunas obras notables y otros rayados simples; el arte callejero nos acompaña en nuestro día a día. Nadie contrató a estos artistas y ningún transeúnte pidió ingresar a un museo. En muchos de ellos, el arte está presente. Las paredes concentran vestigios de tiempos, obras, técnicas pictóricas, entre otras cosas.

Hay algunas grietas notorias de nuestras paredes. Que nos dan a entender lo que fue verdaderamente el terremoto pasado. No se necesita ser un investigador para lograr apreciar el testimonio vivo de lo ocurrido. Las paredes siguen hablando solas.

En cuanto al arte callejero, nos encontramos con un documental llamado «Paredes que hablan», donde verdaderos artistas grafiteros hablan de su experiencia en el territorio urbano. La obra logra acumular testimonios de cómo la técnica y la sociedad se juntan en un dilema que en ésta última se vuelve fundamental: ¿Es un modo de arte, o simplemente, un arte autoimpuesto? La pregunta queda abierta. Cada cual verá lo que hace con el decorado de sus paredes. Si un muro, parte de la propiedad de una persona, resulta rayado sin su consentimiento, es el punto de inflexión en que este modo artístico pudiere ser reprochable.

Encontramos artistas urbanos icónicos. Como el caso de Banksy, artista-grafitero inglés, sus obras revisten, a mi juicio, una respuesta positiva ante la crítica al arte urbano en las paredes de cada ciudad.

¿Serán los grafittis una forma de arte autoimpuesto? De momento es difícil resistir a responder esta pregunta. Sin embargo, podría pensarse que dentro de todo ámbito artístico este se encuentra delimitado por los artistas talentosos y los no tanto; como en toda forma artística. Haciendo la salvedad, de que el arte siempre deberá ser mirado desde un ámbito subjetivo. Una premisa fundamental y lógica.

El magnífico Bob Dylan alguna vez dijo «Los grandes cuadros no deberían estar en los museos. Los cuadros deberían estar en los muros de los restaurantes, en las grandes superficies, en los aseos públicos[…] La música es la única cosa que está en consonancia con lo que pasa. (Lo que debe desaparecer) son los museos» Aquí surge la pregunta. ¿Son los museos los que alejan a la gente del arte?

Paredes que hablan, ya sea por grietas, descuidos o arte. Deja la conclusión de que todas cuentan una historia pasada que, muchas veces, vale la pena recordar.

sábado, 6 de marzo de 2010

Episodio 19: Sueño despierto



«En el oficio del entretenimiento muchas cosas se arriesgan por lograr un aplauso»


Sin aires de grandeza un viejo permanece sentado la tarde de un domingo en el Puente Quinta. A las siete de la tarde, las calles permanecen vacías. El viejo percusionista está agachado, sosteniendo un papel entre sus manos. Es un boleto de micro. Sus utensilios son una caja y dos palos. Hoy domingo no hay show.

Durante la semana el viejo hombre, de tenida deportiva y jockey en la cabeza, medio cruzado medio loleín. Parte su espectáculo. Toca sus dos palos, y comienza a cantar en un lenguaje ininteligible. Toca temas similares al blues y al rock clásico. Haciendo de los indiferentes transeúntes, su público.

En el entretiempo, cuan estrella de rock, se sienta en el pavimento y comienza a hablar solo y en voz baja. Da a entender que es una entrevista con periodistas de aire. Él sigue este sueño despierto que, al parecer, lo ha acompañado durante largos años. No sé, y pocos saben, de su vida anterior. Quizás fue de un pasado tortuoso. Quizás fue lo contrario, acompañado del papeleo rutinario, bolso en mano y corbata bien puesta. Quizás lo dejó todo para llevar esta vida del rock.

En la vida presente, ahí está, un domingo por la tarde echado por las solitarias calles del centro de Viña del Mar. Reposa, tal vez su show comenzará mañana lunes. Donde, nuevamente, le tocará tronar sus dos palos, y volver a cantar. Tratando de seguir transformando su destino. Y es ese sueño despierto que lo hace seguir, el mismo que muchos desprecian. Él sigue el sendero de su no-destino. Llegando al punto de la admiración. La vida del rockstar, la sobrevivencia pendiendo de dos palos, emulando baquetas reales, que sólo son trozos de una caja de feria.

Muchos son los peatones que pasan apurados sin mirarlo. Pero no pocos son los que se detienen para arrojarle una moneda a su caja que cuida con tanto recelo. Sigue su show por la noche, hace de su improvisada profesión, una actividad como cualquier otra. Muchos no podrán entenderlo jamás. En el oficio del entretenimiento muchas cosas se arriesgan por lograr un aplauso. Desde la dignidad de cada cual, pasando por lo económico, son barreras que a muchos les impide admirar lo que ocurre en la pasarela viñamarina. Cuando un sujeto de unos sesenta años de edad se pone a dar el espectáculo que ya todos conocemos. Borracho, drogadicto o pordiosero, insultos tal vez gratuitos que pueden ser los costos de entretener. La afrenta contra la dignidad a costa de unas risas, un gesto de gusto y una moneda que sirva para subsistir un par de días más.

Pocos sabrán qué es lo que pasa por la mente de este hombre. Porque no se detiene a conversar con otros que piden monedas al igual que él. Con el resto tiene la sutil, pero gran diferencia, de no poner una cara para impactar de pena al público. Él reemplaza las penosas caretas, por una cara sonriente, concentrado en su música.

Ya han pasado unos treinta minutos desde que lo volví a ver. Ahí estaba, sentado, sin siquiera pedir una moneda. Porque él nació para divertir. Sueño despierto, es lo más sensato que encuentro entre el mar de ideas que suscitan todo esto. Hay muchos que desearían vivir en sus sueños. Un anhelo, que él ha cumplido con tan poco.

martes, 2 de marzo de 2010

Episodio 18: Catástrofes Naturales (Dichato)

Centro balneario de Dichato, 8va Región

La madrugada del sábado recién pasado Chile sucumbió frente a un terremoto. Este episodio ha sido forzado a ser escrito. Inevitable resulta referirse al sinnúmero de compatriotas caídos por esta tragedia. Cataclismo, desastre natural, maremoto, tsunami o sismo; a estas alturas da igual dar con el término exacto. Punto al que se refiere Alberto Fuguet, en la edición de ayer lunes del diario “La Tercera”. Mucha información circula a estas horas y quizás columnas como la de Marcelo Simonetti, quien nos relata su vivencia personal, nos deje por conclusión que todos tenemos una historia qué contar.

Pensábamos, desde aquí, que Viña del Mar había sido el epicentro de lo peor. Estábamos equivocados, lo peor ocurrió más hacia el sur. Caminando un par de cuadras a la redonda se vislumbran las consecuencias de lo ocurrido. En estos minutos, el agua potable se vuelve un elemento indispensable. Se valoran la luz y el gas. Las pilas que se venden en las tiendas, así como las velas que no deben faltar. Abastecimiento se hizo la palabra por antonomasia, para luego dar paso a saqueo, que ha sido aún más reiterada en todos los medios informativos presentes en las zonas más afectadas. El «¿cómo estai?» fue la pregunta obligada, para luego llegar al «¿cómo te fue?» evidencia de una realidad ya asumida. La gente deambulando con sus teléfonos móviles sin éxito, hablando de un único tema: La catástrofe natural más grande de los últimos 50 años.

Con la vivencia personal de este terremoto, cabía la pregunta de cómo estaban los seres queridos de cada cual, en especial, en las zonas más cercanas al epicentro. Por otro lado, los medios de prensa, repletaban sus columnas con testimonios de víctimas de la tragedia e imágenes de gente saqueando supermercados, entre la muchedumbre se encuentran vándalos que, hasta hoy, amenazan con robar lo poco y nada que les van quedando a las familias más afectadas. Surge la contradicción hacia el periodismo: Que –al parecer- su cliché de turno es la premisa «la vida humana por sobre lo material», pero que siguen condenando a los televidentes con más imágenes de saqueos. Dejando lo primero sólo en la intención.

Dentro de las acciones de ayuda, quizás cuánto vanidoso debe estar ahora aflorando su espíritu solidario para lograr una foto o llenar su currículum de líneas heroicas. Sin embargo, hoy no es tiempo para quejas. Aún así la gente de la Región del Biobío, sigue en sus casas defendiendo lo suyo con los dientes apretados y las armas entre sus brazos. Esto aún no acaba. Las réplicas siguen su curso, y muchas veces me engaño a mí mismo pensando que los movimientos involuntarios de mi cuerpo son parte de las mismas.


Dichato

Hace dos semanas estuve en Dichato, balneario cercano a Chillán y Concepción, ciudades más afectadas por el sismo. Nostalgia es la que siento al haber estado a unas cuatro cuadras de la playa de dicha ciudad. Recuerdo la “Semana Dichatina” con cariño, ocasión en la que iban artistas de segunda fila del país. Como viñamarino sentía envidia de cómo, con lo poco, se apreciaba que se hiciera un pequeño festival, de mucha piel, alegría y humildad. Elementos que ya lo quisiera el festival de mi comuna.

Sigo recordando el centro de la ciudad de Dichato, que puede ser recorrido en tan sólo 15 minutos. Detalles de cuando era sólo un niño que fueron cambiando con el paso de los años. Refacciones como pavimentación, que se agradecen en las pequeñas ciudades, y que para nosotros, es pan de cada día. Alumbrado público presente sólo en la rambla del lugar y en la calle del centro. Un improvisado terminal de buses sobre la tierra, que unía a la ciudad con Tomé, Concepción y Chillán. Los diarios locales, dentro de los cuales llegaba “La Discusión” de publicación chillaneja. Ver el “Bar de Moe”, un pub que hacía referencia al personaje de Los Simpson, a pocos pasos de la playa. La feria de artesanía en la que llegábamos tomando un atajo pavimentado, donde abundaban las máquinas tragamonedas de segunda mano y los cantantes de rancheras. Terminábamos nuestro recorrido comprando churros, algunos bañados en chocolate, que nos saturaban pero aún así comíamos felices. Probablemente, todo lo que le acabo de describir esté destruido a costa del tsunami que sucumbió sin piedad gran parte de Dichato. Inoportuno puede sonar decir esa dolorosa verdad. Pues Dichato ya es historia. Sin embargo queda esa estela de recuerdo. Ahí pasé grandes momentos familiares, que siempre se tendrán presentes.

Estas catástrofes dan pie para humanizar a todos y cada uno de nosotros. La catástrofe que nos marca, en cierta forma, debe humanizar. Sólo quiero proponer, ahora, que usted reflexione y piense que, pese a la condición social, las posesiones materiales que se tengan, el cargo que se ocupe y la ropa que se vista, somos seres humanos y, ante lo ocurrido, nos deja en claro lo pequeños que somos frente a la naturaleza.