sábado, 25 de septiembre de 2010

Episodio 32: La Pasión

«pasión.
1. f. Acción de padecer. 2. f. por antonom. pasión de Jesucristo. 3. f. Lo contrario a la acción. 4. f. Estado pasivo en el sujeto. 5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo. 6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona. 7. f. Apetito o afición vehemente a algo. 8. f. Sermón sobre los tormentos y muerte de Jesucristo, que se predica el Jueves y Viernes Santo. 9. f. Parte de cada uno de los cuatro Evangelios, que describe la Pasión de Cristo».


Mi fallecido abuelo Pedro, confeso seguidor del club de fútbol Ñublense. Equipo de su ciudad de origen, Chillán. Eran tiempos donde el fútbol, como actividad profesional, no era tomado en serio. Los estadios eran verdaderos peladeros. Las gradas eran de endebles trozos de madera, unidos por pernos en no mejor estado. La pintura de las aposentadurías brillaba por su ausencia. El cuidado era escaso. Con fortuna se podía encontrar alguna caseta de transmisión radial, donde algún comentarista empedernido por el deporte más popular del mundo, podía relatar lo que ocurría. Eran tiempos en que el cuadro chillanejo soñaba con jugar en la primera división del fútbol profesional chileno.

Mi abuelo seguía los encuentros. El estadio de Ñublense, llamado hasta nuestros días Nelson Oyarzún Arenas, no es un recinto donde los grandes equipos caigan; recordado es en la ciudad de la octava región el triunfo por dos goles a cero frente a Colo-Colo ocurrido hace dos décadas atrás. La historia cuenta que Oyarzún, antiguo técnico del cuadro de Chillán, un histórico que antes de morir les pidió a sus jugadores que ganaran el próximo encuentro, petición que fue cumplida por éstos. A don Nelson le llamaban “El Consomé”, porque ordenaba a sus jugadores tomarse un consomé antes de cada partido. Remedio preciso o cábala. El estadio lleva su nombre, el del técnico y asistente del entrenador que llevó a la selección chilena de fútbol al tercer puesto de una copa del mundo, Fernando Riera.

Como en todo aspecto de la vida la pasión aparece en este ámbito. Es tan humano aferrarse a las cosas, darle un valor afectivo adicional. Encariñarse con algo que, desde otros ojos es sólo “algo” que es parte de un todo. Para mi abuelo, Ñublense era un buen pretexto como para visitar su estadio, aunque el equipo fuese en segunda o tercera división. Era su pasión, una buena razón para ver jugar al cuadro de su ciudad. La pasión se agudizaba aún más en los partidos con lluvia, donde los pocos espectadores que visitaban el Nelson Oyarzún se empapaban al intentar ver a su querido equipo jugar durante noventa minutos con una cancha barrosa, y el público empapado pidiendo clemencia a la madre naturaleza, a ella de inciertas decisiones. Con esa sensación que “se cae el cielo”, Pedro veía a su querido equipo. Era tanto el frío y el agua, que en el entretiempo se iba a su casa y volvía con ropa seca para disfrutar del segundo tiempo. Pasión y punto.

Hoy, en un mundo atestado de triunfalismos intrascendentes. En que el término es malformado por disparos entre barristas, hinchas en centros de asistencia médica, microbuses maltrechos por la acción primitiva e injustificada de los mismos hinchas que dicen tener esa misma pasión. Lo invito a comparar.

Y es quizás la exageración del término. Que el sólo hecho de comenzar a seguir un equipo del gusto de cada cual se haya transformado en pasión. En una inexplicable pasión, en un uso indiscriminado de la palabra. Justificando a los violentos, obtusos e ignorantes. Justificando frustraciones personales. Olvidándose que el fútbol se gana con goles, con la simple fórmula que una esfera de color predominantemente blanca traspase una línea del mismo tono. Quizá se olvidaron de todo, utilizando a este deporte como posible fuente para depositar rabia y odio, los peores sentimientos de un ser humano.