sábado, 13 de febrero de 2010

Episodio 16: Instantáneo

«Algunos episodios surgen de forma tan natural, que no hay necesidad de ir a buscarlos…»

Evadir la rutina. Negar la propia realidad, esa que anuncia que tienes que estar a las ocho y media de la mañana en el trabajo, o a tal hora recogiendo algo o alguien. Pocos son los que gustan de su rutina semanal, como la espera del tráfico en el automóvil escuchando la radio de turno, sin esperar algo nuevo en la vida, sino que todo siga como está, y que nada cambie para mal.

En mi trayecto por el metro de Santiago en pleno verano. La entrada a la estación se hace más agradable que durante el año. Claro, si no se consideran los treinta y tantos grados de calor que hay en el ambiente capitalino. Sin embargo, ya a las seis de la tarde, los pasillos de la estación, se hacen apacibles. Hay un ventilador que expide agua, me acerco para ver si es eso y no
otra cosa. Se esparce de forma tan fina, que no se logra diferenciar si es aire helado o si es efectivamente H2O. O, según las malas lenguas, agua del Mapocho con todas sus letras.

Ya en la segunda estación en la que se detiene el metro, yo con lentes oscuros, comienzo a observar la actitud de uno que otro pasajero. Resuelvo que eso de criticarle al santiaguino la quietud e indiferencia ante sus pares, en este medio de transporte, sea una característica sólo de esta parte del mundo, es errada. ¿Por qué tienen que estar obligados a mostrar una cara contenta o cuanto menos alegre? ¿Tendrán por obligación conversar con la persona que –por azar- les tocó compartir en un mismo espacio, muchas veces apretujados? ¿En otros países será distinta esta situación?

Pasan las estaciones y me puedo sentar tranquilamente, al frente mío va sentada una mujer leyendo un libraco. No puedo evitar ver qué es lo que lee, el metro no es un lugar de mucha concentración para captar lo que se sujeta entre las manos. El libro se llama “Milagro” de Danielle Steel. La mujer es de contextura gruesa, delgadas y delineadas cejas color café, sombra azulina, de pelo oscuro tomado con un moño colorinche. Se sentó indiferente ante la contingencia diaria que ofrece el metro durante el mes de febrero. Me preguntaba sobre qué era lo que buscaba ella al leer a una autora que se caracteriza por sus novelas rosa. Quizás a esa mujer le encantaría estar entre las líneas del libro y no sentada con el ruido de los rieles, la gente conversando y un bigotón que la mira de forma curiosa.

A mi derecha va un tipo de pie leyendo “La historia del fútbol argentino” de Alexander Watson Hutton. El hombre leyó dos páginas y luego lo guardó en su mochila negra. Era un tipo joven que ya trabajaba, tenía su uniforme casi institucional. A lo mejor era un amante del fútbol, que quería pulir sus conocimientos y ahondar acerca de lo que ha pasado con este deporte en Argentina. ¿Habrá soñado alguna vez en su vida ser una estrella del fútbol? Recibir aplausos en el estadio «La Bombonera» colmada de público o en el «Monumental» de Núñez.

Por la noche, luego de tomar el bus de vuelta a Viña del Mar, sólo 1 pasajero iba con la luz encendida. Leía un libro de Nicanor Parra, este tenía la portada de don Nicanor tapándose el rostro, luego leo el título y sé que son sus ya conocidos “Discursos de sobremesa”. Todo indicaba que él quería perderse por unos momentos de la realidad, o quizás la mujer que lo acompañaba a su lado lo tenía chato, tanto así que Parra fue una buena salida para un viaje de 1 hora y 40 minutos.

A veces un libro es un sueño, un deseo de no querer estar donde se está. Otras, simplemente, un botón de pausa.

5 comentarios:

  1. Punto uno: qué tení contra Parra y los buses? :)
    Dos: una vez me dijeron que uno escribe no siendo uno mismo. En la escritura no hay originalidad porque, cada vez que lo hacemos hay un Wilde, Dante, Galeano e incluso Cohelo detrás de nosotros. Porque finalmente eso somos, un montón de voces juntas que, de cuando en cuando, forman algo.
    Quizás la magia de los libros no solo está porque cuentan cosas que no sabemos expresar, sino también porque nos muestra la infinidad del "mundo de las posibilidades".

    =)

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  2. "Discursos de Sobremesa ".. yo tengo ese, de hecho, me acompañaste a "comprarlo"!! jajaja


    ahora que tengo los lentes adecuados para leer sin fruncir el ceño y que ya no me mareo leyendo en los autos o micros o buses, un viaje largo con un buen libro se me hizo adictivo. Aunque hay caminos en los que resulta mejor contemplar el paisaje, si es que lo hay,...

    chau chau..

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  3. No me refería a citar propiamente o al tema de "todo está escrito". Si hago una obra sobre un infierno, el que sea, no tengo por qué estar imitando a Dante, pero, lamentablemente el es un ícono, y en fin. A lo que me refiero es a la cultura, al conocimiento, a la abstracción de la escritura que, de alguna manera, está marcada por estas figuras icónicas como lo son Homero, Wilde, etc.
    Por ejemplo, así super cercanamente, si hay gente shuer loca que quiere escribir poesía o ensayos introspectivos, demás que se deja influenciar por las vanguardias chilenas, o más radicalmente como es el caso de Jorge Cáceres o incluso pescan los escritos de Parra y les pegan una lavá y pa! nuevo discurso.
    Y bueno, el punto es que, todas las voces de la escritura marcan nuestra "mano".
    Podría apostar que hay hartos rasgos de tu escritura que se parecen a la de Mouat y eso no es malo, simplemente es el dejo de poder que tiene una idea bien formada sobre la tabula rasa que a veces es nuestra mente.


    PD: Ah... felí día del amol =D

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  4. Sí, tienes razón. Mucha razón. Sí, y si llevas a Mouat más allá uno se da cuenta que él sigue a otros, y los otros a los otros. Ahora no sé si el punto de inicio será lo que académicamente se denomina "lo clásico". O quizás el peldaño sea no tan anterior.

    Pd: No entiendo porqué mi mensaje anterior se borró. Cosas del fútbol.

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  5. Lindo post. Cada vez se ven menos personas leyendo en la calle, en los micros, en el subte, en la vida en general...?
    Gracias por pasarte por mi blog siempre :)
    Y que tengas muy linda semana vos también, beso!

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