sábado, 10 de diciembre de 2011

Episodio 46: Parra y la huevada(sic)

«Conversar con Nicanor Parra es una verdadera aventura. Al comienzo se da siempre un estudio, una especie de reconocimiento, de intercambio de banderines, matizado por algunas frases sueltas que en verdad son sus poemas recientes, sus pensamientos de la semana(...)»
Alejandro Zambra



A comienzos de mes el poeta Nicanor Parra fue reconocido con el Premio Cervantes de este año, distinción que, según la prensa, es algo así como el “premio nobel de habla hispana”. El poeta y físico nacido en San Fabián, no pretende viajar a España a recibir el premio porque implica subirse a un avión, vuelo que no piensa abordar.

Días antes seguía mi recorrido con No Leer de Alejandro Zambra quien, en uno de sus capítulos, comparte algunas vivencias en conjunto que ha tenido con don Nicanor. En uno de sus pasajes afirma: «Nunca lo he entrevistado, pero fui testigo de dos intentos que al principio fueron arduos, pues, como es sabido, a Parra los cuestionarios le suenan demasiado similares a los interrogatorios y prefiere respetar los tiempos naturales de una conversación(...)». Seguí en mi recorrido por aquel capítulo sobre el poeta y en él destaca su naturalidad, pero dentro de los datos, el que más atrajo mi atención es su lugar de nacimiento.

Para un chileno que conoce (en cierta forma) su tierra, si le preguntan por San Fabián, no sabrá qué responder. En alguna ocasión afirmé –erradamente- que los Parra eran oriundos de Parral y todos asintieron como ovejas a su pastor, sin cuestionar lo que relataba. Sin embargo la propia afonía de las palabras Parra con Parral dejaban al descubierto mi propia ignorancia. Ya indagando realmente el lugar de nacimiento, la familia pertenece a San Fabián otro pueblo ubicado cerca de San Carlos en la Octava Región. Luego de haber situado el origen, eso da cuenta de algo, el cómo la grandeza de este país se crea también en un pueblo tan remoto. Ese mismo origen de una Violeta, recordada por su canto popular que fue llevado a los grandes salones, y don Nicanor por su imaginario interminable. Quizás el lugar de origen no dice mucho de la persona, pero en nuestro país encontramos ejemplos palpables de lo que me atrevo a llamar “fenómeno”: Pueblos pequeños cuna de grandes creadores. Magnificencia creativa aislada del ruido mundano de las grandes metrópolis.


En alguna entrevista de un par de años que no vale la pena apuntar, Florcita Motuda, el estrafalario y siempre alegre músico, nacido en Curicó, afirmaba que como en su juventud su ciudad de origen se podían hacer tan pocas cosas, daba pie para crear música de distinto tipo, daba para el origen de una carrera y daba para una creación desligada. El mismo fenómeno ocurre con la nueva ola relativa a la cumbia chilombiana, donde el grupo musical Chico Trujillo tiene mucho qué hablar. Así, podríamos seguir enumerando los memorables casos en que grandes creaciones han tenido origen en pueblos pequeños y no en la gran ciudad.

Lo de Parra es notable, sólo basta seguir leyendo a Zambra al respecto e indagar otro tanto más para darnos cuenta de lo genuino y auténtico de don Nicanor. El respeto por la grandeza de un personaje como él, provoca en esta lides, el pavor del que quiere dirigírsele. Esto ocurre con Parra pero sus afirmaciones son de una genialidad única. Alguno de sus alumnos tuvo “la bravura” de preguntarle al poeta si éste podía definir lo que era, para él, la antipoesía. Nicanor respondió con una frase: La antipoesía es una huevada.


Sobre la antipoesía se ha generado gran expectación y la respuesta de Parra desacomoda a todo aquel investigador que indaga en su obra. Él rompe esquemas y eso es claro. El señor es un poeta y, sólo si se le mira literalmente, su obra, como también afirma uno de sus más cercanos, trata de los “Poemas y Antipoemas”, la expresión “y” precisamente es de carácter disyuntiva. Él es un poeta con todas sus letras. Por más que alguno de los entendidos en el mundo de los bates intente negarlo. Ahí radica su grandeza, Parra es Parra, el poeta, el físico y el antipoeta; el que crea obras como “Artefactos” y señala a su propia creación como una huevada, una de las huevadas más gloriosas de la prosa hispanoamericana.

sábado, 8 de octubre de 2011

Episodio 45: Pitazo inicial

«A José Urriola (QEPD) van estas palabras»


En Chillán, la noche del pasado miércoles 28 de septiembre en una nueva fecha del campeonato de fútbol chileno, Ñublense se jugaba una de sus finales frente al equipo nortino de Cobresal. Esa misma noche, el equipo chillanejo perdió por dos a cero, lo cual agravó aún más la crisis por descender a la segunda división. 


Fue la noche que esperaba con tanto aliento, para que el equipo repuntara después de tantos malos pasos dados de forma previa que nos hundieron hasta lo más bajo en lo que se puede ubicar un equipo de primera. Mientras los ñublencinos tocaban el balón en el medio de la cancha, pensé con cierta seguridad ingenua que el equipo podía salir de los puestos de descenso. Sin embargo, para mi descontento, Cobresal le propinó dos estocadas mortales, las que provocaron que el paciente siguiera en la UCI igualmente grave. Junto con eso, mi miércoles había finalizado con una retunda angustia. Un libro y música podían ser los elementos que lograsen sobrellevar la frustración de lo que veía en el Canal del Fútbol, nuevamente el equipo de Chillán había sumado una derrota.


La mañana del sábado 2 de octubre en la avenida Vicuña Mackenna, comprando unas camisas en una bodega de notables descuentos, me entero de una triste noticia: Un reconocido hincha de Ñublense de Chillán angustiado por la derrota, había decidido quitarse la vida tras el encuentro contra Cobresal. Ingrata sorpresa. Luego de esto, te sientas y comienzas a reflexionar lo que significa el fútbol para algunos. Imaginar que un seguidor de equipo denominado chico, con una derrota intrascendente para el común nacional, había acabado con su vida. Volví a esa noche en la que sentí una pequeña angustia de lo sucedido, jamás pensaría que más al sur del país alguien pudiese sentir algo peor. Luego de ese suceso llegamos a la influencia del fútbol y la vida.


Parafraseando a Eduardo Galeano el fútbol es una analogía de la vida. Por un lado el paso que das con la pelota en tus pies no necesariamente dará el resultado que esperas. Puedes patear hacia el arco, con toda intención y el balón puede dar hacia las nubes, puede impactar frente al poste del arco o incluso ni siquiera traspasar la línea de meta, sino irse hacia los laterales. En la vida, muchas veces esperas una causa y un efecto lógico, un resultado. Pero, al parecer, como se dice en el sur, «no nos las llevamos tan peladas» y puede que ese intento también no logre ser un gol. Es ahí donde el ejecutante del tiro tendrá que practicar durante la semana para que ese tiro pueda dar donde él mismo quiera. En la vida el esfuerzo y la oportunidad también pueden llevarnos a ese resultado de gol, y tal vez nuestro entrenamiento sea tan depurado que ese ese tiro-gol, se transforme en una obra maestra que uno quiera rememorar cada cierto tiempo. Cuando los padres tomen ese álbum de fotos con tus logros y tu propia alegría. Durante mi tiempo libre y de forma inconsciente, siempre doy con analogías. Sumado por mi interés a la «crónica futbolera», aquella que va más allá de las estadísticas, con Julio Martínez, Galeano y Benedetti entre los cronistas; la vida se asemeja al fútbol y los ejemplos son numerosos.


Logro encontrar en todo esto, una única excepción: uno no decide en qué momento comenzará a vivir; en el fútbol sí, transformando a ese pitazo inicial en un momento sublime, cuando preparas tu energía y concentración hacia ese segundo en que dos sujetos se pongan de acuerdo en iniciar hacer rodar una pelota.

sábado, 20 de agosto de 2011

Episodio 44: Opinantes

«El día a día no pasa desapercibido en el mundo web. Esto, sumado al derecho a la libertad de expresión, concepto asegurado por nuestra Carta Política, da por resultado un sinnúmero de opiniones que adornan las más múltiples publicaciones expresando una impresión, visión o fundamento. Me permito indicar algunos arquetipos de estos opinantes»


El Ensayista


1.- El titular: Este tipo de opinante es aquel que efectúa una suerte de monitoreo periódico a cada una de las columnas publicadas. Suele caracterizarse por su temprana impresión sobre la columna en cuestión. Él no espera una respuesta del resto, por lo general asiente con cada afirmación del columnista. Muchas veces ensalza el discurso agradeciendo las palabras del autor. Rara vez hace alguna referencia personal. Otras veces, se informa, y cabe hacer una referencia a algún libro escrito por el propio columnista. Finalmente sus impresiones no provocan reacciones airadas y, más que una opinión, es un decir presente, un acusar recibo de que la publicación fue leída por el que opina.

2.- El historiador (o literato-filósofo): Para el historiador la columna admite un estudio acucioso que, por lo general, efectúa durante el día. Si sus impresiones son acabadas es probable que nos encontremos con sus posteos a eso del mediodía o luego de la hora de almuerzo. Pocas veces falla en su ortografía y, las pocas veces en que comete algún error, son simplemente en expresiones como “ti” con tilde. Para el historiador la opinión en comento siempre admite una referencia histórica, es por eso, que citas como Heródoto o Nietzsche merecen ser subrayadas en su opinión. La expresión que precede a la cita siempre es efectuada con afirmaciones como: “Esto me recuerda a(…)”. Finalmente su remache suelen ser con ideas analógicas. Algunos más enfáticos terminan sus oraciones con un “esto es lo mismo que antes” o el vilipendiado: “no me sorprende”. El historiador por lo general genera una madriguera fértil para sus pares historiadores, es por eso, que su opinión agrupa réplicas de rectificación o aclaración. Los replicantes del historiador (historiadores, por lo general) critican el contexto del comentario, pocas veces se han visto réplicas rectificando citas, obras o detalles cronológicos. El historiador saca ronchas intelectuales entre sus pares y sus comentarios, a diferencia del titular, nunca son de agradecimiento al texto, más bien apuntan a su propia vanidad de haber acertado con una cita idónea al comentario principal (en buen chileno, el historiador siempre se va por el lado y es muy latero).

3.- El político: Este arquetipo admite una doble subsunción. El político joven y el antiguo. En cuanto al primero, siempre hace una referencia contingente. Los datos aportados son más bien dialécticos, como diferenciar entre “política” y “politiquería”. Las referencias históricas no van más allá de cinco años atrás, por consiguiente, sus comentarios pueden ser devorados por los historiadores con facilidad. Se caracteriza por un lenguaje pragmático, plasmado de referencias a discursos políticos: “¿este es el Chile que queremos?” conforman el as de expresiones redundantes. Pero al político le place participar con su opinión en las columnas. Suelen publicar los links en sus páginas de blogs y redes sociales. Cuando eso lo efectúan de forma periódica, sus aportes suelen ser ignorados. Si el político opinante es joven y pertenece a la juventud de un partido político, suele estampar su firma al final de cada comentario con el cargo, por lo general de poca importancia, cada vez (Presidente Distritral de la Juventud de Chañaral). Sus comentarios causan gracia a los participantes más irónicos o que presumen mayor conocimiento sobre el tema al cual éste último hace alusión.

En el caso del político más viejo, es un hombre más noble. Sus comentarios no son lanzados como cuan extremista lanza una bomba molotov. Más bien, sus aportes apuntan a historias pasadas donde la resignación y el “todo tiempo pasado fue mejor” redondean la idea plasmada. Por lo general apuntan hechos pasados para remarcar la inconsecuencia del columnista o del personaje al cual, este último, hace referencia. Como sus conocimientos tecnológicos no son acabados, el político más adulto no aporta links o citas textuales. Sus comentarios siempre admiten respuesta del resto. Muchos replicantes a su opinión intentan de forma furiosa sacarlo de contexto. Afirmaciones como “estamos en el año tal” siempre es un handicap a la línea argumentativa del político viejo.

4.- El viudo político. Es el más aberrante de la terna. Sus opiniones siempre son destructivas, apuntan, por lo general y junto al político adulto, a referencias históricas pocas veces sustentadas por fuentes fidedignas. Lo que dice el viudo político apunta a historias pasadas, a referencias costumbristas basadas en la oralidad. En el “de boca en boca” que muchas veces pecan de imprecisión. Es por eso que las opiniones del viudo siempre causan el mayor impacto entre el resto de los que opinan. Ante una réplica y si está de malas, el viudo político es capaz de replicar y con mayor fuerza. Sus palabras predilectas son “sistemático”, “robo” y “olvido”. Su edad bordea entre los treinta y cinco a cincuenta años. Posee un resentimiento social ya asumido y no se incomoda en afirmarlo.

5.- El añoso. Este opinante es un romántico, por lo general es uno de los primeros en colgar su opinión en el sitio web. Es el más longevo del listado y sus opiniones apuntan a referencias pasadas. Por lo general, sea de cualquier tendencia política, sus opiniones son totalitarias y también apuntan, al igual que el político adulto, a un “los tiempos han cambiado” (¡Y para mal!). Sus opiniones no construyen, pero tampoco tienden a destruir. Más bien son una referencia o aporte, que el resto toma o deja. El añoso, por la dignidad que su edad impera, no admite réplicas de formas violentas. Más bien, las réplicas hacia su cometido son sutiles, lúdicas o pulcras.

6.- El talibán (Resentido social). El talibán es una persona que siempre admite réplica. Y sus comentarios admiten tanta crítica por su inconsistencia que muchas veces no es leído por el resto de los que opinan. Por lo general su participación en el grupo es sólo con las primeras dos líneas de su comentario, la pereza de su público hace que el resto del contenido sea ignorado. Si el talibán no tiene una referencia o fundamento de texto que lo avale, él es capaz de transformarlo. Tiene facilidad para trastocar textos con el fin de que éstos versen a su favor. El grito de guerra de este opinante es “si no hay texto, crearé uno”. El diálogo con este grupo de opinión no es un debate, si el talibán se ve peligrosamente amenazado por respuestas con contenidos fuertes, aclaratorios y con sentido; él busca refugio en la confusión de su adversario. 

sábado, 23 de julio de 2011

Episodio 43: Música e ideología.



«Es ese país tropical el que le dio vida, 
es ese país tropical el que la terminó...»

El  Ensayista


Existe el recuerdo de grandes artistas que, pese a la grandeza de su tiempo, el legado queda en el más profundo de los olvidos. Desde luego Wilson Simonal (Río de Janeiro, 1938 -2000)
 es un claro ejemplo de esto. Recordado como “El rey del swing”Rei do Suingue»), el carioca fue una de las voces de Brasil en las décadas de los sesenta y principios de los setenta.
 
El registro musical de Simonal, nos da a comprender su grandeza dentro del escenario. Su desplante escénico es una de las grandes características de este cantautor que mediante su carisma, su intención por lo no-serio, los eternos “alegría, alegría” y esa risa espontánea al comenzar cada canción; espíritu brasileño en plenitud. Esa simpleza singulariza a uno que pudo llevar todo el ritmo popular hacia los anfiteatros, acompañado de precisos arreglos musicales de orquesta, reflejo de la música de esos tiempos. Durante sus presentaciones era capaz de hacer que hasta el más parco entre el público se levantara de su asiento. Simonal barría con todo lo que encontraba a su paso.

L
a carrera de Wilson Simonal iba en ascenso, en la década de los sesenta su voz pasó a engrosar de forma súbita la lista de los grandes músicos brasileños, popularidad aparejada a la de grandes como el mejor de los Roberto Carlos. Esto, llevó a que su interpretación de “País Tropical” original de Jorge Ben, sea una de las mejores de las que se tenga registro hasta nuestros días. Tanto fue su éxito, que llevó a Simonal a países como Francia e Italia, en este último la composición de Ben fue traducida al italiano, lo cual explica la grandeza conseguida. Sin dudas es ese país tropical, el que Simonal con orgullo mostraba para el mundo entero.

Sin embargo:
«Creyéndose estafado por su contador le pidió a dos amigos suyos del ejército que lo obligaran a confesar que él había robado el dinero. Estos torturaron al contador que acabó confesando pero al ser liberado los acusó por las torturas» 
Tras esto y sin ser acusado formalmente ante la justicia, el mundo artístico brasileño en su conjunto le cerró las puertas. La carrera de Simonal había llegado a un temprano fin.


Ideología y música mezcladas en una misma fuente, aquella que no sabe de presunciones de inocencia ni de juicios previos, pero sí de olvidos. Así es como la ideología es la causante que se pueda perder la racionalidad del individuo, aquella que la perdió con Simonal. Pese a su recuerdo, los periodistas de música popular no se detienen en señalar la imagen de Simonal, al no colocarlo dentro de las grandes voces referentes, al lado de Caetano Veloso o Gilberto Gil.

En las década de los ochenta y noventa, Simonal en sus escasas apariciones televisivas, se encargaba de aclarar el daño que le habían provocado las acusaciones públicas, ya no tenía miedo de apuntar con el dedo a los que él consideraba responsables de todo el menoscabo sufrido. Atrás quedaron sus sonrisas eternas, su “alegría, alegría” ya nada más era parte de un pasado glorioso. A comienzos del nuevo milenio, el rey del swing, no pudo con dos décadas de alcoholismo y depresión. Se le veía borracho cantando en las costas de Río de Janeiro. Una cirrosis acabó con su vida.

«Simonal - Ninguém sabe o duro que dei» (2009). Es un documental que analiza la vida y obra de Wilson Simonal. A través del testimonio de familiares y cercanos, no entregan una fuente para estar a su favor y desmentir a los incrédulos de su época. Sin embargo, sirve como punto válido para cuestionarse la omisión a su juicio previo y moral.

Su historia da cuenta de como la política y las ideologías pueden acabar con todos si se lo propone. Tras su fallecimiento, se efectúo un
juicio simbólico, en el cual no se demuestra una conexión a Simonal con ninguno de los delitos de los cuales fue acusado(…)

sábado, 19 de marzo de 2011

Episodio 42: Don Manuel Montecinos


La labor educativa de los profesores llega a ser noble cuando van más allá de los contenidos que deben enseñar. Don Manuel Montecinos Caro era parte de este grupo que, iba más allá de lo que una pauta educativa prescribía. Durante sus clases hacía relucir algo que todo hombre quiere obtener en esta vida: Amar lo que se hace.

Don Manuel nos dictaba sus clases de literatura medieval, con principal ahínco en la Época Dorada Española. Labor que muchos de los que fuimos sus alumnos recordamos con gran nostalgia. Al llegar al auditorio donde él efectuaba sus clases, se acercaba junto a su bastón, su boina, su chaqueta y con su ayudante del curso ayudándolo a no perder el equilibro. Pese a ser un curso menor en cuanto al promedio, las clases eran realizadas en uno de los auditorios de la Universidad, don Manuel lo agradecía, sólo dos peldaños eran los necesarios para llegar hacia la sala de clases. Él, producto de su edad, podía estar maltrecho pero nadie podía discutir las ganas de querer explicarnos aspectos importantes de la literatura del medioevo. Una vez que llegaba, dejaba su boina, acomodaba su bastón y se sentaba en el borde del escritorio y comenzaba sus clases.

Nos llamaba “gringos” y bien teníamos puesto ese nombre si consideramos todas las usanzas adquiridas del país del norte. “Bien gringos, la clase ha terminado” decía al final. Llama la atención que el educador, con el paso de los años, haga sus clases con contenidos que van más allá de lo establecido. La propia experiencia de don Manuel, junto a sus viajes y anécdotas en general, hacían que la clase mereciera ser atendida por todos y cada uno de sus alumnos. Así, una tras otra eran sus anécdotas que hacían llamar más la atención de los temas que él trataba.

Literatura medieval, centrada en España era su especialidad. Así, los contenidos del mester de Juglaría y de Clerecía, junto a cada una de sus creaciones hacían una clase que valía la pena existir para estar en ella. Se enfocó durante un tiempo considerable en la imagen del Cid Rodrigo Díaz de Vivar, esta obra clásica escrita en castellano antiguo era un destino obligado. Destacaba la imagen de Rodrigo Díaz al hacer abandono de sus seres más queridos. Dentro del propio texto nos indicaba: «Lloran todos con gran pena, como nunca se vió tal. Como la uña de la carne, siéntense así desgarrar». Nos decía “fíjense gringos”, y que notáramos cuánto dolor sintió el Cid al abandonar a los suyos, como el dolor de quien se saca una uña: "Imagínense ese dolor, terrible". Ese mismo dolor que deben sentir sus seres queridos al verlo partir, angustia mitigada por el recuerdo perpetuo de sus cátedras, publicaciones e historias personales.

Dentro de otras anécdotas que cabe recordar es aquella en uno de sus viajes a España, donde efectúo estudios de doctorales en la Universidad Complutense de Madrid. Él nos decía que la versión original de “El Cantar de Mío Cid”, estaba cerrada “bajo 7 llaves” agregando, en tono de humor, que no pensáramos que efectivamente eran 7 las llaves que mantenían la seguridad de la primera obra. Para él debió ser un día especial el viajar a su encuentro. Nos contaba que, al ser presentado el texto en una vitrina; él, envalentonado, se acercó y comenzó a revisar la primera hoja de la versión original de esta obra y empezó a leer: «Tañen allí las campanas en San Pedro con clamor/ escúchanse por Castilla voces diciendo el pregón: Cómo se va de la tierra nuestro Cid Campeador». Todos los académicos estaban sorprendidos, en un castellano antiguo vieron cómo don Manuel había logrado descifrar las primeras líneas de una ininteligible letra, producto del deteriorado estado en que permanecía. Sin embargo, don Manuel se sabía de memoria ese comienzo. A todos nos causó gracia, más aún cuando veíamos cómo él disfrutaba, al igual que nosotros. En sus clases el tiempo era un sólo accidente.

Los últimos días que tuve la oportunidad de verlo paseaba con su bastón por la calle Álvares en Viña del Mar. A veces se tomaba un café y conversaba. Era de esas personas que merecen ponerles suma atención. Esa bola de nieve de experiencias, éxitos, risas y enseñanza hacen que uno se detenga a pensar más de alguna vez en don Manuel, a quién es justo recordar. Desde aquí adiós don Manuel, nos veremos en un tiempo. Sé que usted seguirá disfrutando de los brochazos creativos eternos de Cervantes. De la historia del Quijote, la cual formó parte de su vida. 

sábado, 26 de febrero de 2011

Episodio 41: Bayly ardiendo

«Javier Garcés piensa que un chileno promedio es tan feo como un peruano promedio y tan mentiroso como un peruano promedio aunque menos haragán que un peruano promedio, pero eso que algunos encuentran meritorio, el espíritu laborioso y pujante y emprendedor del chileno promedio, es lo que a Garcés le inflama o irrita un tanto los cojones»

(Fragmento de Morirás Mañana 2, El Misterio de Alma Rossi)


Cuando llegan noticias desde Perú sobre nosotros, más de alguno acá infla el pecho y salta a atacar de vuelta, como si se ofendiera a la propia madre. Pero es su patria, la misma que desconoce en algún minuto. Así fue como el pasado 3 de enero, Jaime Bayly, escritor peruano, conocido más por sus programas de televisión y declaraciones que por sus propias obras, publica algo de su autoría en un conocido medio de su país. La columna, que lleva por título “Los chilenos”, no pasó inadvertida esta semana de febrero, desde el momento en que, algún amante del arte de provocar, la publicara como una ofensa nacional, un despropósito discordante con la realidad y de un nacionalismo desmedido que atentaría, eventualmente, contra todos y cada uno de los chilenos.

La primera impresión es gravitante. Es fácil leer por encima y disparar al percatarse de una ofensa contra la patria: «Perdón por la franqueza, pero si elijo a un chileno al azar, es feo, es un guiñapo, es un enano contrahecho, es sujeto de facciones como cuchillos afilados, es feo como una patada en los testículos. Y a pesar de eso, se sienten lindos, se sienten regios, se sienten estupendos, se sienten Primer Mundo. Primer Mundo, los cojones (…)». Palabras que dan impulso a sentirse ofendidos y dar un golpe de vuelta. En este grupo de opinión, se ofende a su autor, primero por el hecho de ser peruano, algo incomprensible. Siempre se ha mirado al peruano por estar en una posición, a primera vista, desfavorable. Por ese afán poco traducible, hacia la xenofobia o ese sentido de superioridad que se tiene contra una nación siempre vista como inferior. En este grupo se esconde un submundo empalagoso, que da pie para referencias físicas, históricas, ofensas comunes. Frase como “devuélvanos el Huáscar” provocan brotes de nacionalismo por conveniencia. Se recuerdan del héroe de la patria Arturo Prat, quien, con valentía saltó hacia el buque enemigo, dando la vida por la misma. Entre ellos se esconde una muchedumbre que genera el peor de los sentimientos, una rabia contenida y silente. El mismo que, por conveniencia, habla y siente un profundo orgullo por lo hecho por Prat, es el que no tuvo problemas en aceptar una horrenda obra, indocumentada, que habla de la supuesta homosexualidad del héroe nacional. Una afirmación sin fundamento claro, se convierte en falsa y, debido a la identidad de dicha falsedad, es un agravio. Hecho que quedó en la más profunda impunidad.

Como las opiniones de lo escrito por Bayly son diversas, otro grupo le dio el visto bueno. El peruano tiene toda la razón, entrelíneas se entiende una fotografía perfecta de cómo funciona el chileno y cómo es: Un mentiroso y arribista por excelencia. Agregándole calificativos como avaro, pérfido y desleal que sería, en general, el chileno promedio.

Otros, más cautos que los anteriores y más aún que los más impulsivos que se vieron ofendidos, entendieron que ésta es una cita de la próxima obra del escritor. Que el personaje es sólo ficcional de su creador. Las palabras, allí contenidas, son sólo impresiones de Javier Garcés, un personaje. La columna advierte, en su parte final, que corresponde a un extracto de la segunda parte de “Morirás mañana”. La impresión, en su correcta comprensión, da para entender, en términos estrictos que lo referido allí, no representa el pensamiento de Jaime Bayly.

Quizás, nos faltará una mejor interpretación, esconder las piedras y darle un firme apretón de manos a su autor. Es curioso que tenga que recurrir a pegar extractos de sus obras, con una finalidad que aparece a todas luces. Más aún su sentido literario predecible y común. Se cree que Bayly tuvo la valentía que los escritores del sur del mundo nunca han tenido; el propio detalle de sus crónicas da a entender que el peruano no hace lo opuesto y menos en la columna en cuestión, siempre termina con una oración condescendiente, que por lo general va en su contra, riéndose u ofendiéndose, para agradar. No siendo el valiente que se cree. Termina por tirar la piedra y esconder la mano.

Bien sabrán algunos como, en su época, esta vez en Argentina, se dijo que en la obra “El túnel” lo dicho por su protagonista Juan Pablo Castel, eran palabras del propio Sábato, quien por medio de sus obras efectuaba agudas críticas sociales. Pero ahí hablamos de literatura clásica, de aquella que se enseña, que se utiliza con fines pedagógicos. No de aquella que necesita que sus extractos sean publicados en los medios.

sábado, 15 de enero de 2011

Episodio 40: Patear libros

«Tiendo a pensar que quienes leen en verano son los mismos que leen en invierno, en otoño y en primavera: gente más bien reacia a la propaganda, que pasa con gusto de las novedades»

Alejandro Zambra


Se dice que el verano es la estación del año propicia para leer aquellos libros que no han sido leídos. Así, editoriales sacan ejemplares durante esta época para que, todo aquel que no ha tenido tiempo durante el año para leer novelas, se ponga al día. Esa deuda literaria que sigue a muchos y que, ahora, piensan saldar. Sin embargo, ¿cree usted en esa suerte de rehabilitación literaria?

En mis últimos veranos he llevado algunos libros para ser leídos en la playa, o en el lugar que sea. Admiro mucho a las personas que disfrutan de su verano, pero cuando te vas a un lugar recóndito, hay tiempos de espera en que no se hace nada y es el momento indicado para sacar un libro y comenzar a quemar el tiempo, o mejorarlo. Esto de la lectura de verano ha derivado, para todos aquellos a los cuales les gusta categorizar, en que exista un género en particular: el de la literatura veraniega. Alejandro Zambra, desmistifica ese género afirmando que de género tiene bien poco. Hay libros, que no son leídos, por ese placer de no leer, un oculto arte. Rafael Gumucio recomienda a Zambra un libro de Marcelo Lillo, autor que, para él, es un excelente cuentista. Afirmando que «no lo he leído y no pienso leerlo, pero es muy bueno, no necesito leerlo para saber que es muy bueno».

En “No leer” algunos extractos aparecen de manifiesto. Me pasó con "Fahrenheit 451", un obsequio desde Argentina hace un (muy) buen par de años. Muchas personas escriben en sus bitácoras este título como uno de sus favoritos y, convengamos también otros opinan que esto es casi una saga al subsumirlo en una especie de ruta de la ficción la cual es tarea seguirla, así si la obra de Bradbury es la primera parada, "Un mundo feliz" de Huxley vendría a ser la segunda estación de este pequeño sendero que, para los más pretensiosos, se podría extender aún más. Idea que no comparto, el que se quiera hartar con champaña y luego quiera cerveza, allá él.

He llevado a Fahrenheit a un par de veraneos en distintos lugares. Me ha acompañado en playas y piscinas. El libro se ha llenado de arena, y sólo eso. De vez en cuando ha sido mi equipaje de mano. Me preguntan si lo he leído, me critican porque no lo leo cuando lo llevo porque, en ese caso, debe ser para leerlo. Y mi respuesta es siempre que no, que lo leeré cuando haya que leerlo. Así han pasado los años y esas ciento setenta y cinco páginas no he leído todavía. No sigo a Frahrenheit y creo no tener el derecho para ponerlo entre mis novelas favoritas. Tal vez este no sea el minuto para sacarlo y saldar la cuenta pendiente, porque no hay nada que saldar. Pero, al igual que Gumucio, es un buen libro.

No leí Farehrenheit 451 y no lo leeré. No sé cuándo será mi minuto para comenzarlo y, probablemente, puede que ese tiempo nunca llegue. Es probable que las últimas ideas de Tom Wolfe acerca de la ruta mortuoria a la que van encaminadas las novelas de ficción, hayan calado en mi perspectiva de la literatura en general. Además de esa idea, he agregado las propias, ese mejunje que la realidad siempre ha superado a la ficción es algo que me aleja aún más de esta última. Idea sensata es pensar que mi afición son las historias reales bien escritas, de preferencia, las costumbristas que te indican lugares que conoces.

Lo más saludable sería afirmar que el verano es la estación del año propicia para patear un buen volumen de libros, de distinto género y autor. Claro, no botarlos a la basura y pensar en que no existe una enfermedad de avidez literaria y menos una fecha para su cura. Probablemente, y en la época menos esperada del año, tome un libro y pase un buen momento al hacerlo.