sábado, 22 de mayo de 2010

Episodio 26: Releer: Catch 22

«paradojo, ja.
(Del lat. paradoxus, y este del gr. παράδοξος).
1. adj. desus. paradójico.
2. f. Idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas.
3. f. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera.
4. f. Ret. Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. Mira al avaro, en sus riquezas, pobre»


Si tuviera la oportunidad y el tiempo ¿Volvería a leer un libro ya leído? Me pasó hace un par de días. Un buen amigo me pedía un libro bastante interesante: “Catch 22” del escritor Joseph Heller. La casualidad dio para ver la historia de cómo lo encontré. Al pedirme prestado el libro y poder intercambiarlo, nació en mí las ganas de volver a revisarlo de nuevo, releerlo una vez más.

Dentro de un mar de ideas y frases que contemplan una suerte de collage fonológico que conservo en la memoria. Recordé que alguien, durante estos días, me planteó el hecho que ocurría con el leer libros y el estado de ánimo en el que uno se encontraba en ese tiempo, lo que se estaba pensando; las alegrías, penas, amarguras, desenfrenos, que se estuviesen viviendo en el momento preciso en que se toma una obra. Aquí nació mi interés por leer el libro de Heller por segunda vez.

Mi primer encuentro con aquel libro nació hace un año atrás. Escuchaba el tema Walking Contradiction de la banda estadounidense Green Day. Me llamó la atención que en un pasaje de la canción apareciera la frase: «Constant refutation with myself / i'm a victim of a catch 22». Quería investigar acerca de, la entonces, incoherencia que suscitaba para mí la palabra “atrapar” junto con el número veintidós («catch 22»). Suponía que era un término inglés no traducible de forma literal. Así fue como comencé a buscarlo, debía encontrarle el sentido a lo anterior. Dentro de lo que logré averiguar acerca de esto, fue que catch 22 hacía alusión a una paradoja. El libro tenía que ser leído para entender dicho término fundamental y así acallar mis dudas sobre lo anterior.

Catch 22, fue un libro de un muy difícil encuentro. Los encargados de las tiendas no podían encontrarlo a través del catálogo en sus computadores. Mi búsqueda siguió adelante, en los libros usados, nuevamente mi misión había sido un rotundo fracaso. Finalmente tuve que encargarlo. El desasosiego posterior luego de haber cumplido el objetivo de tenerlo era grande. Pasado una semana el encargo había llegado. Tenía “Trampa Veintidós” entre mis manos, podía dilucidar mi curiosidad antojadiza.

Esta gran paradoja, se situaba en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Pilotos para no ir a combatir en sus aeronaves podían excusarse alegando demencia, al hacerse los locos no irían al combate y evitarían la guerra. Así es como un ser humano tiene que ser lo suficientemente inteligente para ser/parecer un hombre lo suficientemente loco (catch 22).

Leer este libro, significó en mí un cambio en el mensaje. Así es como el punto de vista de una obra en particular cambia porque también cambiaron las circunstancias del tiempo en que uno vuelve a tomarlo. El volver a leer un libro no significa un retroceso en el camino, sino un avance y repaso de lo que se pensaba en ese tiempo. Al leerlo, pude repasar una parte de mí por esos días.


Existimos los que no nos molesta ir a vacacionar por segunda vez al mismo lugar.-

domingo, 9 de mayo de 2010

Episodio 25: Fútbol per se (2)

«Un televidente más»

Soy un empedernido televidente del fútbol. Cada vez que se presenta la oportunidad me siento frente al televisor para verlo, disfrutarlo. Los partidos del Arsenal inglés o del Real Madrid español, son mis bocados favoritos. Tengo una serie de costumbres que sigo semana tras semana. Me gusta ver el fútbol sentado y no echado en mi cama. El televisor debe quedar de forma horizontal ante mi vista. El volumen de éste aumenta, dependiendo de la importancia del encuentro que pretendo ver.

Pero la situación cambia cuando juega la selección chilena de fútbol. Es tan poco continuo ver a estos equipos jugar, que el panorama cambia acorde a la entidad del partido que quiero presenciar. Estos equipos juegan, en promedio, siete partidos durante el año. Por consiguiente, el sentarse para seguir uno, es una regla que sigo ya por costumbre desde que tengo memoria. Durante el encuentro me concentro frente al televisor, no me gusta comer ni beber algo durante éste. Un vaso con agua o bebida es lo que tomo sólo en el entretiempo, me fumo un cigarrillo, pierdo mi vista en el paisaje y, pasados los quince minutos de receso, vuelvo a seguir el segundo tiempo. Es así como han pasado los años y muchas veces, yo como espectador, me vuelvo irritable cuando el equipo juega mal, en especial cuando noto que los jugadores son “pecho frío”, aquellos que no exhiben su máximo rendimiento. Aquellos que no mojan la camiseta.

A algunos de mis amigos les he advertido que me gusta ver los partidos de fútbol en mi pieza, solo. Puedo verlos con otro amigo entendido en el fútbol y así comentamos, aunque sepamos en el fondo que las instrucciones que hagamos, los cambios de estrategia; y los alegatos de cobros de faltas, off-sides o penales, son sólo expresiones que quedan en el lugar de cada cual.

Más allá de una transmisión televisiva imagínese que, muchas veces, una vorágine multicultural es la que se encuentra matizada tras los colores del equipo afín. Católicos, agnósticos, judíos, protestantes, conservadores de extrema derecha, liberales de izquierda, entre otros. Todos se parecen al momento de ir a las taquillas, comprar un boleto y dirigirse hacia la tribuna donde alentarán a su escuadra favorita. Imagínese la imponente imagen que dejan las selecciones de fútbol como el caso chileno. Donde el estadio se llena hasta las banderas, son setenta y dos mil personas que, en su mayoría, tienen el color rojo lo cual confirma lo que planteo.

Es tanto el matiz que existe, que ya pensarían los alemanes que en un futuro no muy lejano jugadores de color iban a formar parte de su seleccionado, defendiendo la misma causa, dándole una alegría a su propio pueblo. El fútbol tiene esa energía que, muchas veces, trasciende el contexto de discriminación y racismo aún insertos en el mundo. Es así como encontramos a la selección de fútbol francesa que ganó la Copa del Mundo en su propio país en 1998. Ésta estaba conformada por un gran número de jugadores inmigrantes, Eduardo Galeano escribe al respecto: «El padre de Zidane fue uno de los albañiles que levantaron el estadio donde su hijo se consagró como el mejor de todos. Zidane es de familia argelina. Thuram, elevado a la categoría de héroe nacional por dos golazos, nació en el Caribe, en la isla Guadalupe, y de allí llegaron a Francia los padres de Henry. Desailly vino de Ghana, Viera de Senegal, Karembeu de Nueva Caledonia. Djorkaeff es de origen ruso y armenio. Trezeguet se crió en Argentina […] Una encuesta, publicada en esos días por Le Figaro Magazine, reveló que la mitad de los franceses quería la expulsión de los inmigrantes, pero el doble discurso racista permite ovacionar a los héroes y maldecir a los demás».

En lo que a partidos de la selección de Chile se refiere, me gusta ver los programas previos al partido que se realizan con unas dos horas de antelación a éste. Ya veinticuatro horas antes del encuentro, la impaciencia para que comience es grande, el tiempo faltante eterno. La idea que llegue la hora se vuelve una utopía. La espera es casi peregrina. Soy otro ferviente feligrés del fútbol, quizás a muchos les cueste entenderlo.

sábado, 8 de mayo de 2010

Episodio 24: Fútbol per se (1)

«Cualquier reclamo... a la FIFA»

Pedro Carcuro

Corría el año 2003, jugaban las selecciones de fútbol de Colombia y Camerún. Todo era normal como ocurren en estas competiciones, la selección africana iba ganando el partido por un gol de ventaja. Ya cercano al último cuarto de juego, el seleccionado camerunés Marc Vivién-Foé quien se encuentra en la mitad del campo, cae de forma súbita contra el pasto. Geremi, también jugador camerunés, se da cuenta que su compañero de equipo había caído, y con el balón en los pies decide patearlo fuera de la cancha para que fuese atendido. Todo era lo que se conoce como “fair play”, una ley tácita dentro del fútbol. El director de la transmisión de dicho encuentro deportivo, enfocó como de costumbre al jugador lesionado que permanecía en el suelo para que llegaran los ayudantes de campo, luego de esto es común que aparezca la repetición para ver las causas de la caída y ver quién fue responsable; si merecía tarjeta amarilla o roja, o si el jugador estaba simulando de forma teatral. Para la sorpresa de muchos, durante la toma en que el camerunés permanecía sobre el pasto, se quedó quieto y dado vuelta. El jugador que estuvo más cerca de él fue el colombiano Jairo Patiño quien se acerca a auxiliarlo y, al verlo de boca hacia el suelo, lo da vuelta para ver qué era lo que ocurría. Marc Vivién-Foé permanecía con los ojos abiertos, pero con las pupilas dentro de sus párpados. Había fallecido en el mismo campo de juego. La imagen recorrió el mundo.

Minutos más tarde en la misma grama, jugadores camerunenses y colombianos lloraban abatidos, un ser humano había fallecido en un partido de fútbol. La FIFA lamentó lo ocurrido, pero decidió continuar con la Copa Confederaciones efectuada en Francia. El país anfitrión resultó el vencedor. Pero la muerte del jugador camerunés es uno de los tristes recuerdos que aquel campeonato dejó.

Los médicos, al efectuar la autopsia al jugador, determinaron que padecía una hipertrofia cardiaca congénita.

Así como la muerte de Foé en plena marcha de un partido de fútbol. Encontramos otros casos que no dejaron indiferente al mundo del deporte. El entonces jugador del Benfica de Portugal, Miklos Feher también se desploma y muere en pleno terreno de juego. Las imágenes de lo sucedido son lamentables. Tiempo después, España iba a sufrir la partida de un joven jugador con proyecciones en el seleccionado nacional, era el caso de Antonio Puerta. Quien, al igual que el camerunés y el húngaro, cae fallecido en pleno partido.

Otros hechos lamentables, es lo ocurrido este año en la Copa Africana de Naciones. Donde la delegación de la selección de Togo, es víctima de un atentado terrorista en plena competición. El pasado 8 de enero del presente año, el bus que transportaba a la selección togolesa es atacado por un grupo de hombres armados, mientras este se dirigía hacia Angola. Durante el ataque, la delegación se escondía bajo las sillas del bus. Media hora más tarde un equipo de seguridad fue a su rescate. Tres personas murieron, entre ellas, el conductor del bus, mientras que nueve fueron heridas. El Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda se atribuyó los hechos.

La noticia llamó la atención, por la –lógica- retirada del equipo togolés de la competición. Sin embargo, la FIFA continuó con el campeonato pese a la amenaza terrorista, y la Confederación Africana de Fútbol multó a Togo por haberse retirado de ésta, en un hecho insólito que recorrió todo el mundo.

Nos encontramos con la FIFA, que se puso en tela de juicio debido a que daba a entender que la magia del fútbol por gusto, se había transformado sólo en un negocio a secas. Donde los jugadores se convierten en activos, así como los goles y el número de boletos que se venden para los encuentros futbolísticos internacionales. Don Eduardo Galeano, en su libro "Fútbol a sol y sombra” menciona lo anterior en una de las primeras partes de su obra «A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. […] el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable».

Criticable es, muchas veces, la postura de la FIFA como órgano rector del fútbol mundial. ¿Le interesará –a la FIFA- los jugadores en su calidad de seres humanos, o sólo como "activos" haciendo del "show debe continuar" su más preciado caballo de batalla?