sábado, 20 de agosto de 2011

Episodio 44: Opinantes

«El día a día no pasa desapercibido en el mundo web. Esto, sumado al derecho a la libertad de expresión, concepto asegurado por nuestra Carta Política, da por resultado un sinnúmero de opiniones que adornan las más múltiples publicaciones expresando una impresión, visión o fundamento. Me permito indicar algunos arquetipos de estos opinantes»


El Ensayista


1.- El titular: Este tipo de opinante es aquel que efectúa una suerte de monitoreo periódico a cada una de las columnas publicadas. Suele caracterizarse por su temprana impresión sobre la columna en cuestión. Él no espera una respuesta del resto, por lo general asiente con cada afirmación del columnista. Muchas veces ensalza el discurso agradeciendo las palabras del autor. Rara vez hace alguna referencia personal. Otras veces, se informa, y cabe hacer una referencia a algún libro escrito por el propio columnista. Finalmente sus impresiones no provocan reacciones airadas y, más que una opinión, es un decir presente, un acusar recibo de que la publicación fue leída por el que opina.

2.- El historiador (o literato-filósofo): Para el historiador la columna admite un estudio acucioso que, por lo general, efectúa durante el día. Si sus impresiones son acabadas es probable que nos encontremos con sus posteos a eso del mediodía o luego de la hora de almuerzo. Pocas veces falla en su ortografía y, las pocas veces en que comete algún error, son simplemente en expresiones como “ti” con tilde. Para el historiador la opinión en comento siempre admite una referencia histórica, es por eso, que citas como Heródoto o Nietzsche merecen ser subrayadas en su opinión. La expresión que precede a la cita siempre es efectuada con afirmaciones como: “Esto me recuerda a(…)”. Finalmente su remache suelen ser con ideas analógicas. Algunos más enfáticos terminan sus oraciones con un “esto es lo mismo que antes” o el vilipendiado: “no me sorprende”. El historiador por lo general genera una madriguera fértil para sus pares historiadores, es por eso, que su opinión agrupa réplicas de rectificación o aclaración. Los replicantes del historiador (historiadores, por lo general) critican el contexto del comentario, pocas veces se han visto réplicas rectificando citas, obras o detalles cronológicos. El historiador saca ronchas intelectuales entre sus pares y sus comentarios, a diferencia del titular, nunca son de agradecimiento al texto, más bien apuntan a su propia vanidad de haber acertado con una cita idónea al comentario principal (en buen chileno, el historiador siempre se va por el lado y es muy latero).

3.- El político: Este arquetipo admite una doble subsunción. El político joven y el antiguo. En cuanto al primero, siempre hace una referencia contingente. Los datos aportados son más bien dialécticos, como diferenciar entre “política” y “politiquería”. Las referencias históricas no van más allá de cinco años atrás, por consiguiente, sus comentarios pueden ser devorados por los historiadores con facilidad. Se caracteriza por un lenguaje pragmático, plasmado de referencias a discursos políticos: “¿este es el Chile que queremos?” conforman el as de expresiones redundantes. Pero al político le place participar con su opinión en las columnas. Suelen publicar los links en sus páginas de blogs y redes sociales. Cuando eso lo efectúan de forma periódica, sus aportes suelen ser ignorados. Si el político opinante es joven y pertenece a la juventud de un partido político, suele estampar su firma al final de cada comentario con el cargo, por lo general de poca importancia, cada vez (Presidente Distritral de la Juventud de Chañaral). Sus comentarios causan gracia a los participantes más irónicos o que presumen mayor conocimiento sobre el tema al cual éste último hace alusión.

En el caso del político más viejo, es un hombre más noble. Sus comentarios no son lanzados como cuan extremista lanza una bomba molotov. Más bien, sus aportes apuntan a historias pasadas donde la resignación y el “todo tiempo pasado fue mejor” redondean la idea plasmada. Por lo general apuntan hechos pasados para remarcar la inconsecuencia del columnista o del personaje al cual, este último, hace referencia. Como sus conocimientos tecnológicos no son acabados, el político más adulto no aporta links o citas textuales. Sus comentarios siempre admiten respuesta del resto. Muchos replicantes a su opinión intentan de forma furiosa sacarlo de contexto. Afirmaciones como “estamos en el año tal” siempre es un handicap a la línea argumentativa del político viejo.

4.- El viudo político. Es el más aberrante de la terna. Sus opiniones siempre son destructivas, apuntan, por lo general y junto al político adulto, a referencias históricas pocas veces sustentadas por fuentes fidedignas. Lo que dice el viudo político apunta a historias pasadas, a referencias costumbristas basadas en la oralidad. En el “de boca en boca” que muchas veces pecan de imprecisión. Es por eso que las opiniones del viudo siempre causan el mayor impacto entre el resto de los que opinan. Ante una réplica y si está de malas, el viudo político es capaz de replicar y con mayor fuerza. Sus palabras predilectas son “sistemático”, “robo” y “olvido”. Su edad bordea entre los treinta y cinco a cincuenta años. Posee un resentimiento social ya asumido y no se incomoda en afirmarlo.

5.- El añoso. Este opinante es un romántico, por lo general es uno de los primeros en colgar su opinión en el sitio web. Es el más longevo del listado y sus opiniones apuntan a referencias pasadas. Por lo general, sea de cualquier tendencia política, sus opiniones son totalitarias y también apuntan, al igual que el político adulto, a un “los tiempos han cambiado” (¡Y para mal!). Sus opiniones no construyen, pero tampoco tienden a destruir. Más bien son una referencia o aporte, que el resto toma o deja. El añoso, por la dignidad que su edad impera, no admite réplicas de formas violentas. Más bien, las réplicas hacia su cometido son sutiles, lúdicas o pulcras.

6.- El talibán (Resentido social). El talibán es una persona que siempre admite réplica. Y sus comentarios admiten tanta crítica por su inconsistencia que muchas veces no es leído por el resto de los que opinan. Por lo general su participación en el grupo es sólo con las primeras dos líneas de su comentario, la pereza de su público hace que el resto del contenido sea ignorado. Si el talibán no tiene una referencia o fundamento de texto que lo avale, él es capaz de transformarlo. Tiene facilidad para trastocar textos con el fin de que éstos versen a su favor. El grito de guerra de este opinante es “si no hay texto, crearé uno”. El diálogo con este grupo de opinión no es un debate, si el talibán se ve peligrosamente amenazado por respuestas con contenidos fuertes, aclaratorios y con sentido; él busca refugio en la confusión de su adversario.