«Conversar con Nicanor Parra es una verdadera aventura. Al comienzo se da siempre un estudio, una especie de reconocimiento, de intercambio de banderines, matizado por algunas frases sueltas que en verdad son sus poemas recientes, sus pensamientos de la semana(...)»
Alejandro Zambra
A comienzos de mes el poeta Nicanor Parra fue reconocido con el Premio Cervantes de este año, distinción que, según la prensa, es algo así como el “premio nobel de habla hispana”. El poeta y físico nacido en San Fabián, no pretende viajar a España a recibir el premio porque implica subirse a un avión, vuelo que no piensa abordar.
Días antes seguía mi recorrido con No Leer de Alejandro Zambra quien, en uno de sus capítulos, comparte algunas vivencias en conjunto que ha tenido con don Nicanor. En uno de sus pasajes afirma: «Nunca lo he entrevistado, pero fui testigo de dos intentos que al principio fueron arduos, pues, como es sabido, a Parra los cuestionarios le suenan demasiado similares a los interrogatorios y prefiere respetar los tiempos naturales de una conversación(...)». Seguí en mi recorrido por aquel capítulo sobre el poeta y en él destaca su naturalidad, pero dentro de los datos, el que más atrajo mi atención es su lugar de nacimiento.
Para un chileno que conoce (en cierta forma) su tierra, si le preguntan por San Fabián, no sabrá qué responder. En alguna ocasión afirmé –erradamente- que los Parra eran oriundos de Parral y todos asintieron como ovejas a su pastor, sin cuestionar lo que relataba. Sin embargo la propia afonía de las palabras Parra con Parral dejaban al descubierto mi propia ignorancia. Ya indagando realmente el lugar de nacimiento, la familia pertenece a San Fabián otro pueblo ubicado cerca de San Carlos en la Octava Región. Luego de haber situado el origen, eso da cuenta de algo, el cómo la grandeza de este país se crea también en un pueblo tan remoto. Ese mismo origen de una Violeta, recordada por su canto popular que fue llevado a los grandes salones, y don Nicanor por su imaginario interminable. Quizás el lugar de origen no dice mucho de la persona, pero en nuestro país encontramos ejemplos palpables de lo que me atrevo a llamar “fenómeno”: Pueblos pequeños cuna de grandes creadores. Magnificencia creativa aislada del ruido mundano de las grandes metrópolis.
En alguna entrevista de un par de años que no vale la pena apuntar, Florcita Motuda, el estrafalario y siempre alegre músico, nacido en Curicó, afirmaba que como en su juventud su ciudad de origen se podían hacer tan pocas cosas, daba pie para crear música de distinto tipo, daba para el origen de una carrera y daba para una creación desligada. El mismo fenómeno ocurre con la nueva ola relativa a la cumbia chilombiana, donde el grupo musical Chico Trujillo tiene mucho qué hablar. Así, podríamos seguir enumerando los memorables casos en que grandes creaciones han tenido origen en pueblos pequeños y no en la gran ciudad.
Lo de Parra es notable, sólo basta seguir leyendo a Zambra al respecto e indagar otro tanto más para darnos cuenta de lo genuino y auténtico de don Nicanor. El respeto por la grandeza de un personaje como él, provoca en esta lides, el pavor del que quiere dirigírsele. Esto ocurre con Parra pero sus afirmaciones son de una genialidad única. Alguno de sus alumnos tuvo “la bravura” de preguntarle al poeta si éste podía definir lo que era, para él, la antipoesía. Nicanor respondió con una frase: La antipoesía es una huevada.
Sobre la antipoesía se ha generado gran expectación y la respuesta de Parra desacomoda a todo aquel investigador que indaga en su obra. Él rompe esquemas y eso es claro. El señor es un poeta y, sólo si se le mira literalmente, su obra, como también afirma uno de sus más cercanos, trata de los “Poemas y Antipoemas”, la expresión “y” precisamente es de carácter disyuntiva. Él es un poeta con todas sus letras. Por más que alguno de los entendidos en el mundo de los bates intente negarlo. Ahí radica su grandeza, Parra es Parra, el poeta, el físico y el antipoeta; el que crea obras como “Artefactos” y señala a su propia creación como una huevada, una de las huevadas más gloriosas de la prosa hispanoamericana.