sábado, 3 de octubre de 2009

Episodio 3: El consuelo y la vanidad

«La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad»

Ernesto Sabato "El Túnel"

La muerte nunca me ha sido indiferente. En personas cercanas como en otras que no lo eran tanto, el tema siempre ha llamado mi atención; me genera angustia pensar que alguien partió y que nunca más regresará. El cómo los días siguientes pasan, la vida continúa sin esa persona como si nunca hubiese marcado un antes y un después; en ese momento me doy cuenta que el paso en esta vida es más breve de lo que se piensa.

Y sobre la muerte a la que nunca le he quitado la vista, está el consuelo. El consuelo sobre el fallecimiento de alguien que nunca conocí en vida es un tema que no logro comprender con total claridad. Aquí comienzo a pensar en el cúmulo de ideas que se tienen al respecto para poder aplacar la muerte de un ser querido, nace mi propio dilema: ¿Qué se puede decir para consolar a alguien sobre un acontecimiento que no conocemos? Por lo general, cuando fallo en algún ámbito de mi vida personal comienzo a pensar que mirando hacia el futuro siempre habrá una oportunidad; pero ¿Qué hay con la muerte?

Este año en mi entorno han ocurrido muchas partidas lamentables, creo no haber podido hacer nada al respecto más que reflexionar y quedarme con el recuerdo en vida de lo que fue esa persona; nada más. Ninguna visita a funerales, menos mensajes electrónicos de aliento, o alguna alusión al tema. Me resigno a quedarme en silencio mientras los acontecimientos pasan y al mismo tiempo la actitud puede ser maquiavélica, sin embargo es la respuesta más sensata que tengo al respecto.

Ahora siempre he pensado que el consuelo de la muerte podría traducirse en un acto de la propia vanidad de cada uno. En “El Túnel”, su protagonista Juan Pablo Castel se refiere a esto último: “La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad”.

Al hablar de la terminal enfermedad de su madre, agrega: “Algo mucho más demostrativo me sucedió a mí mismo cuando la operaron de cáncer. Para llegar a tiempo tuve que viajar dos días enteros sin dormir…y (yo) sentí dentro de mí, oscuramente, el vanidoso orgullo de haber acudido tan pronto”.

Más que dejar persuadirme por lo que dice un personaje ficcional, está claro que como todo en la vida la memoria es frágil. La familia afectada recibe los más numerosos apoyos durante el deceso, que luego se van diluyendo con el paso de los meses. Sin embargo está esa cuota de esperanza, que no es un ácaro entre lágrimas. Eso que exista gente eternamente agradecida por lo que fue esa persona me parece un consuelo sincero.


Sobre el resto de gestos que casi por inercia se reciben, creo que repercute lo de la vanidad. El empapelar mensajes con el sentido pésame. Eso de tratar de encontrar nexos con esa persona que nunca existieron. Siendo duro creo que la actitud más sensata de esas personas sería hacer lo que yo he hecho, simplemente quedarse en silencio. Optar por esta alternativa suena la más sencilla, pero a la vez la más sincera.

3 comentarios:

  1. A veces el tacto no se da tan solo con lo que decimos, sino también con lo que pensamos. Quizás, si fueramos más honestos y dijéramos que nos interesa y que no, habría menos miedo, de sentirnos solos, vacíos y tristes.
    No sé...
    No entiendo mucho lo que escribí... quizás no tiene sentido nomas.
    Cuidate.

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  2. Eli:
    Sí, lo tiene. Pero sería una utopía cambiar ese comportamiento en la gente. Ahora la respuesta -para mí- por hoy sería que cualquier reacción no es ni buena ni mala. Suena la pregunta (también en este preciso minuto y bien escéptica) Si nunca te acercaste a esa persona durante toda su vida ¿Por qué deberías hacerlo después? (pensamiento apurado y absolutamente refutable)

    Cuídate también Eli.

    Dicho sea de paso, pudo haber sonado -en esta entrada- como un consejo o alcance sobre cuál sería el camino correcto o el menos incorrecto. Debo aclarar que nunca esa ha sido mi intención (como punto aparte).

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  3. Mmmmm...no pienso en la muerta, sólo un par de veces sentí la idea de la muerte ajena cerca y eso me angustió de verdad. Quizás es porque todavía no se murió nadie realmente cercano a mí. Creo que la peor muerte es esa que no se espera, digo una obviedad, pero quizás eso que dije al principio es porque las meurtes cercanas no fueron de las inesperadas: abuelos, por ej.

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