sábado, 1 de diciembre de 2012

Episodio 49: Las respuestas del mudo







«No me considero marginal si entendemos por ello al escritor huraño, que vive escondido, que se desentiende de su obra, que jamás concede entrevistas o participa en reuniones literarias(...)»

Julio Ramón Ribeyro


Las respuestas del mudo lleva por título una selección de entrevistas efectuadas al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. Desde un comienzo, se ve a un Ribeyro reticente ante la afirmación más brillante, demostrando poca pretensión en sus respuestas. Para él, el tener que dar entrevistas, era sólo la responsabilidad que le corresponde al escritor. En primer lugar, por respeto a su casa editorial; en segundo lugar, por respeto a su público.

Mudo fue el adjetivo utilizado por Jorge Coaguila, encargado de esta prudente selección. El entrevistado nos muestra su visión de la vida en una breve síntesis. Ribeyro no pretende salirse del margen, es más, él afirma que intenta dar respuestas preconcebidas, que luego intercala para no resultar monótono. Sin embargo, al leerlas todas ellas, nos encontramos con un Ribeyro intranquilo y pensante, que nos da cuenta de lo opuesto.

Preguntas tipo de sus entrevistadores, tales como, cuándo se dio cuenta de ser escritor, cuándo fue su primera obra, por qué eligió la novela, por qué su repudio al verso y su amor a la prosa. En aquellas preguntas se vislumbra a un Ribeyro cauteloso, dando a entender que aquella respuesta la tenía macerada y pensada detenidamente desde hace un buen tiempo. El eventual mudo, reticente a la publicidad, no se va a los extremos de caer en lo ermitaño de muchos autores. El peruano responde, y más que una respuesta concreta sobre sus obras, también aporta asuntos no requeridos. En esta entrega, se refiere a la sociedad de aquella época, así como sus concepciones sobre la historia. Para él, la historia es un proceso cíclico: «Tengo una concepción circular de la historia, de que los hechos que tanto nos impresionan y nos comprometen ahora, son hechos que ya han ocurrido años antes con otros nombres, con otros objetivos, pero que en el fondo son la misma cosa(…)».

Sin mezquindades, Ribeyro confiesa, entre otras cosas, su tedio al estilo narrativo de Unamuno, su vida en París y el consiguiente abandono de su natal Lima. Al referirse a sus libros publicados, hace referencia, entre los distintos entrevistadores, del por qué su acotado historial de obras. El por qué ha abandonado obras comenzadas, pasando por trivialidades sobre, cuál es su hora del día favorita para escribir. El mudo, da a conocer su visión de la vida, sin siquiera sospecharlo.

Lo que al comienzo resulta la impresión de un hombre parco, se convierte con el paso de las hojas, en un hombre desasosegado de sí. Así, Ribeyro nos entrega algo más que una sencilla entrevista, sino una con cierto grado de humanidad. Esa maravillosa sensatez hace que el creador de sus renombradas “Prosas Apátridas” deje una huella indeleble en la literatura latinoamericana. Como le place a él dar una buena respuesta, al entrevistador le place formular una buena pregunta, cuestión que no es moneda de cambio en el periodismo actual, tan entregado a la inmediatez. Lo anterior es fiel testimonio de aquello.

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