sábado, 24 de octubre de 2009

Episodio 5: Casualidades Necesarias

«My girl, my girl, don't lie to me
Tell me where did you sleep last night
»


Fueron de esos días libres en que intruseaba los cajones de mi pieza. Entre el tiempo libre y la pereza del retornar las cosas a su lugar me quedé dormido en el piso con los audífonos puestos. Dormí durante toda la tarde. Despierto por el ruido de la calle. Acto seguido siento la caída de un envoltorio, uno reconoce esos ruidos de algo envasado, era un disco: Nirvana: Unplugged in New York; ahí estaba sellado y polvoriento, olvidado.

Lo compré en la inauguración de una tienda de música, con motivo de esa ocasión todos los discos estaban rebajados a mitad de precio, como nunca se pueden encontrar en este país. Decidí llevarme tres. Cuando llegué con los tres discos los tiré sobre mi cama.

Al día siguiente nos cambiaríamos de casa, por lo que apurado eché las últimas cosas en unas cajas. Entre ellas el de Nirvana fue el disco que cayó separado del resto de la colección. La mudanza tuvo eso, una cuota de orden inicial donde se embalan ordenada y metódicamente las cosas, se etiquetan los vinos, los libros y los artículos frágiles, -es curioso que el logo “fragile” tenga sentido sólo para su dueño-. Al día siguiente la mudanza comenzaba temprano tipín siete de la mañana.

Tuvieron que pasar seis años para acordarme que tenía el unplugged de Nirvana entre mis cosas, el movimiento para ordenarlo en un cajón de mi pieza fue inconciente, con lo cual nunca retuve en la memoria que el disco lo tenía. Imaginaba que era un sueño o simplemente el deseo de tenerlo, pues lo había escuchado en muchas ocasiones.

Dio la circunstancia que el disco cayera al piso, lo abriera y comenzara a escuchar su contenido. Indiscutible de su calidad, quizás fue la ocasión perfecta para hacerlo. O fue el tiempo indicado, una casualidad necesaria.

El tener un disco, el efecto tangible me permite vislumbrar más detalles que no encuentras con sólo escuchar un escueto listado de canciones. Este disco es especial, uno de un descuido cuidado. Un reto en su época. Fiel reflejo y mensaje silente de los últimos momentos de Cobain en vida.

Alberto Fuguet en su libro “Primera Parte” habla al respecto: «Lo que Cobain hizo fue tratar de interpretarse […] Los artistas más desgarrados siempre mueren antes de tiempo. Esto no tiene nada de nuevo ni sorprendente…», «Lo que pasa es que el dolor a veces es demasiado. Cobain no trató de escupirle a nadie. Más bien, trató de tragar. Quizás lo matamos todos esperando demasiado de él».

Con el paso del tiempo, las letras cobran más sentido, los riffs de guitarra se tornan más intensos, el mensaje más claro, profundo, incombustible. Pese a sentirlo más actual que nunca, lo de Nirvana ya es un recuerdo, uno que se agradece.

sábado, 17 de octubre de 2009

Episodio 4: Fútbol per se

Estadio Centenario de Montevideo

«Damos comienzo a los noventa minutos del deporte más hermoso del mundo»
Luis Omar Tapia (relator)

Abdón Porte futbolista recordado por suicidarse en el centro de un campo de juego. El motivo del “Indio” fue que su club, el Nacional de Montevideo, le pidiera no continuar en el equipo. Sin fútbol Porte no encontró más motivos por los cuales seguir viviendo y con el estadio vacío en el círculo central del campo del Nacional tomó un revólver y se dio un tiro. El fútbol fue su pasión, la razón por la que vivía. Este hecho ha sido recordado por la afición del Nacional como el amor de un hombre por los colores de su institución.

¿Por qué fue el fútbol el motivo para quitarse la vida? ¿Qué cosa tiene un deporte para que trascienda más allá de su rol literal? El fútbol tiene eso, en este lado de Sudamérica para muchos es la vida. «Dime cómo juegas y te diré quién eres» afirma don Eduardo Galeano.

Si se piensa para practicarlo es de los deportes más sencillos y menos costosos. Se necesita una superficie plana, cuatro poleras para marcar los arcos, los jugadores y lo más importante, una pelota. Esta última a la que Diego Maradona la define como aquella que “no se mancha”.

Como todo en la vida el fútbol tiene lados ásperos, como las astillosas discusiones que pueden surgir por el cobro de un tiro penal, una posición de adelanto o la injusta expulsión de un jugador. Sin embargo, si se lo piensa, las mismas discusiones unen a los equipos en defensa de sus propios intereses; razón por la cual la unión de equipo es un oasis en el desierto dentro de los acalorados debates que pueden surgir en un campo de juego.

Y como el fútbol se disfruta tanto practicándolo como viéndolo, desde el lado de los espectadores don Mario Benedetti, en uno de sus muchos escritos alusivos a este deporte, describe esta situación: «Desde la tribuna es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama particular de cada vencido. Por supuesto ciertos avispados espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por qué este o aquel jugador no logra hacerla».

Pero sigo sin responder la pregunta de qué hace que veintidós jugadores que, en la siga de una pelota, puedan causar el amor más puro y el odio más nocivo en las personas. Debe ser la simpleza de entenderlo, el bajo costo de disfrutarlo, el detenerse y pensar que, el comprender que un gol es un gesto universal, que tanto rusos como argentinos se conmueven con la concreción de una anotación.

Hay cosas que son inexplicables con palabras y que sólo se explican por sí mismas en un sentido figurado. La alegría del fútbol es un elemento más espiritual que material. El éxito de un equipo genera la alegría de sus seguidores, eso resulta lógico pero ¿Qué más? ¿Qué beneficio te reporta que tu equipo de fútbol favorito triunfe en una competición o sólo en un partido?

Es inexplicable la alegría colectiva. Sigo con estas líneas y creo, de momento, que el fútbol es como el amor, el inexplicable amor. El que no puedas encontrar un nexo causal entre el éxito deportivo y la alegría personal de cada seguidor, es algo que se asemeja al verdadero amor. Ese que no se explica, que no sigue ninguna lógica para admitirlo como tal, que sólo nace porque así fue. Es que goles son amores...

sábado, 3 de octubre de 2009

Episodio 3: El consuelo y la vanidad

«La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad»

Ernesto Sabato "El Túnel"

La muerte nunca me ha sido indiferente. En personas cercanas como en otras que no lo eran tanto, el tema siempre ha llamado mi atención; me genera angustia pensar que alguien partió y que nunca más regresará. El cómo los días siguientes pasan, la vida continúa sin esa persona como si nunca hubiese marcado un antes y un después; en ese momento me doy cuenta que el paso en esta vida es más breve de lo que se piensa.

Y sobre la muerte a la que nunca le he quitado la vista, está el consuelo. El consuelo sobre el fallecimiento de alguien que nunca conocí en vida es un tema que no logro comprender con total claridad. Aquí comienzo a pensar en el cúmulo de ideas que se tienen al respecto para poder aplacar la muerte de un ser querido, nace mi propio dilema: ¿Qué se puede decir para consolar a alguien sobre un acontecimiento que no conocemos? Por lo general, cuando fallo en algún ámbito de mi vida personal comienzo a pensar que mirando hacia el futuro siempre habrá una oportunidad; pero ¿Qué hay con la muerte?

Este año en mi entorno han ocurrido muchas partidas lamentables, creo no haber podido hacer nada al respecto más que reflexionar y quedarme con el recuerdo en vida de lo que fue esa persona; nada más. Ninguna visita a funerales, menos mensajes electrónicos de aliento, o alguna alusión al tema. Me resigno a quedarme en silencio mientras los acontecimientos pasan y al mismo tiempo la actitud puede ser maquiavélica, sin embargo es la respuesta más sensata que tengo al respecto.

Ahora siempre he pensado que el consuelo de la muerte podría traducirse en un acto de la propia vanidad de cada uno. En “El Túnel”, su protagonista Juan Pablo Castel se refiere a esto último: “La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad”.

Al hablar de la terminal enfermedad de su madre, agrega: “Algo mucho más demostrativo me sucedió a mí mismo cuando la operaron de cáncer. Para llegar a tiempo tuve que viajar dos días enteros sin dormir…y (yo) sentí dentro de mí, oscuramente, el vanidoso orgullo de haber acudido tan pronto”.

Más que dejar persuadirme por lo que dice un personaje ficcional, está claro que como todo en la vida la memoria es frágil. La familia afectada recibe los más numerosos apoyos durante el deceso, que luego se van diluyendo con el paso de los meses. Sin embargo está esa cuota de esperanza, que no es un ácaro entre lágrimas. Eso que exista gente eternamente agradecida por lo que fue esa persona me parece un consuelo sincero.


Sobre el resto de gestos que casi por inercia se reciben, creo que repercute lo de la vanidad. El empapelar mensajes con el sentido pésame. Eso de tratar de encontrar nexos con esa persona que nunca existieron. Siendo duro creo que la actitud más sensata de esas personas sería hacer lo que yo he hecho, simplemente quedarse en silencio. Optar por esta alternativa suena la más sencilla, pero a la vez la más sincera.