sábado, 11 de diciembre de 2010

Episodio 37: Memoria

«Para mi tío Óscar, al que tanto queremos, recordamos y extrañamos»


La historia del Finado Vargas es una bien particular, es un hombre muerto en vida. En sus certificados aparece como una persona fallecida, pero que, sin embargo, sigue viviendo. Con un segundo matrimonio, una mujer y siete hijos; dentro de los cuales hay cinco hombres y dos mujeres. Así es como sigue esta simple, pero inusual historia, que se caracteriza por el propio testimonio de Vargas quien cuenta que los funcionarios del Registro Civil le dijeron que no “puede sacar certificados, porque está muerto”, desde ahí se gesta un verdadero "Lázaro nacional".

Así como el recuerdo, tanto del periodista del diario Las Últimas Noticias, como para Francisco Mouat; el capítulo de personajes de éste último, en sus livianas y entretenidas “Crónicas Ociosas” retratan a un personaje del pasado. Luego de leer este breve fragmento, que se caracteriza por la singular historia y detalle de Vargas, me apresuré en prepararme un café colombiano que ya va escaseando en su tarro. No pude evitar escribir algo sobre el pasado que, sin embargo, tengo muy presente.

Como se dice que el que no aprovecha sus virtudes “está desperdiciando algo”, me permito recrear una escena que guardo con orgullo y silencio entre mis recuerdos más preciados:

Chillán, casa sin número. La primera de toda esa hectárea y, probablemente de muchas otras. Entramos por el imponente portón de piedra de la casa de mis queridos abuelos. El perro de turno te ladra, se ubica a un costado y, por su fiereza, está más encadenado, como condenao. Entramos por la puerta donde se ingresa cotidianamente, no la de visitas. La puerta está a maltraer, hay un signo de Cristo sobre ésta. Al ingresar están los tantos gorros de mi primo Gonzalo. Se supone que es el lugar donde las visitas dejan sus cosas, chaquetas y sombreros. Sin embargo, ese espacio está para las artimañas de mi primo, en la mesa hay uno que otro cachureo, si preguntas por qué el desorden en Chillán nunca se sentirán ofendidos, dirán que así es la usanza del campo donde todo es más desordenado que en la ciudad. Sigues caminando y te encuentras con la sala de estar. Hay un mueble que cubre toda la pared. Vasos, platos, uno que otro cajón con cachureos de mis tíos están ahí. Hay figuras decorativas en el mueble, así como cuadros de los primos de Antofagasta, Santiago, Chillán y nosotros los de Viña. De repente algún curioso que trata de buscar algo de ese mueble se manda algún comentario. En la foto aparecemos casi todos bien chicos, unos niños que nos veíamos alegres enmarcados en estas fotos que, más de alguna vez deben haber alegrado a mis abuelitos.

Siguiendo por la sala están el sofá pegado a la pared color ocre. Una silla contigua a ese sofá era donde mi abuelito se sentaba para ver la televisión. Decía que le caía bien Marcelo Salas, que era bueno pa`la pelota, que Zamorano no tanto. Que Álvaro Salas no era un buen humorista, en tiempos en que la mayoría pensaba lo contrario. En ese lado de la sala hay un recuerdo enviado a mis abuelitos de algún amigo, un círculo de cobre sobre el cual aparecen grabados los nombres de mis abuelitos, junto a un huaso practicando el rodeo, arriba de un caballo con su poncho y su sombrero, haciéndole collera a un ternero. En el otro muro está la radio que, de vez en cuando, se corre hacia el patio donde compartimos cuando vamos de visita. En esa misma pared hay una puerta que da con el patio frontal de la casa. En ese mismo muro se ubica otro sillón, donde mi tía Sonia se queda dormida casi todos los días en que estamos de visita. Si le preguntas si quiere irse a dormir te dirá que no, que ella está bien sentada y despierta, que sólo está “descansando los ojos”. En ese mismo lugar está el calendario del año de turno, que por lo general es de papel y con la marca de una carnicería. Hay un reloj y más allá aparece un cuadro del año ochenta y dos, donde salen mis papás en su matrimonio. Junto a ellos, están todos los hermanos de mi mamá. Cinco hermanas y dos hermanos. Estos últimos muy jóvenes y delgados, los dos con ternos color celeste, iguales. Mi tío Daniel y mi tío Óscar, el callado, el buena persona, el que hoy nos observa y al que tanto extrañamos.

1 comentario:

  1. tu y tus ensayos, tu y tu sinceridad. mereces mas de lo que tienes Gabriel.

    Besos


    C

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