«valorar.
1. tr. Señalar el precio de algo. 2. tr. Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo. 3. tr. valorizar (‖ aumentar el valor de algo). 4. tr. Quím. Determinar la composición exacta de una disolución»
El veinticinco de diciembre pasado me metí a facebook para ver los diferentes saludos de cercanos. En mi búsqueda encontré más de alguno con la intención de expresar la idea de la navidad inmaterial. Esa que se vive únicamente acompañados de la familia, y no de un desbordante materialismo.
Días atrás escuché de cercanos que, efectivamente, existen personas que pueden esperar estoicamente ese día veinticinco para un único fin material: el encargo que efectuaron en dichas fechas. Con ese pedido ya se fue la navidad.
Luego de leer tanto mensaje por las redes sociales, me dispuse a escribir uno propio. No encontré alguna palabra o idea que no sonase como un cliché más en este compendio de buenas –y algunas, vanidosas- intenciones. Simplemente envié un par de correos a las personas que, con sus pequeños gestos, hicieron que mi año fuese uno bueno. El agradecimiento en silencio y personalizado lo encontré razonable. A otro par de buenos amigos los llamé por teléfono deseándoles prosperidad a ellos y a sus familias.
En esta navidad quería valorar pequeñas ideas que no había valorado. Esa palabra la había pensado únicamente en un tono enunciativo.
El año anterior había pasado navidad como muchos chilenos: solo. Tuve que regresar de Santiago y dedicarme a los estudios. Recuerdo llegar al terminal de buses y darme cuenta que ese veinticinco de diciembre del dos mil ocho estuvo nublado, sin posibilidades a que las nubes se abrieran y pudiese salir el sol en el atardecer. Estas nubes, oscuras en su mayoría, hicieron aún más tenue mi día.
Saliendo del terminal las calles estaban vacías, yo pensaba en que cada cual estaba en su casa durmiendo con los suyos. Nadie se daría el trabajo de caminar en esta festividad a las nueve de la mañana. Las calles del centro eran un triste desierto. Y el día recién estaba comenzando.
Durante la tarde, y al ver que a la hora de almuerzo pocas opciones encontraría; fui a una tienda de comida rápida. Saqué mi bandeja, subí las escaleras y me senté. El panorama era desolador, únicamente esperaba devorarme con todas mis ganas lo que había comprado, quería estudiar, pues para eso me di el funesto día. Luego del almuerzo unipersonal, estaba preparado para muchas horas de estudio.
Sacando los textos que tenía que aprender en ese entonces, miraba por la ventana teniendo la esperanza que el día dejase de ser nublado y fuera un poco más alegre. De pronto eso aplacaría mi soledad en esta festividad. Sin embargo las nubes permanecieron donde estaban, es más se hicieron acompañar de otras más negras. Lo cual hacía que el panorama resultase desolador.
Comenzando con mi estudio, lo pude hacer en períodos de tres horas. Hacía un alto en cada período. Podía estudiar con más fuerza, la rabia del estar solo, ese pensar que me tuve que dar la lata de venir a otra ciudad mientras mi familia estaba celebrando en otro lugar. Si alguien pensó que la rabia no era buena en ninguno de estos casos, creo que le podría decir que está equivocado. Utilicé toda la rabia para que fuese energía en mi estudio, lo cual significó que mi jornada diaria fuera absolutamente satisfactoria. Consuelo y precio a costa de mi soledad auto inferida.
Tarareaba noche de paz, y algunos cantos de misa que dantescos coros romanos realizan en navidad. Mientras en cada momento recordaba el piano de Yann Tiersen con Rue de Cascades.
Luego de ese día, comencé a valorar mucho más el precio de estas festividades. Espero no tener que repetir la experiencia, y si me llegase a tocar, creo que realizaría la misma rutina que hice en ese entonces.
1. tr. Señalar el precio de algo. 2. tr. Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo. 3. tr. valorizar (‖ aumentar el valor de algo). 4. tr. Quím. Determinar la composición exacta de una disolución»
El veinticinco de diciembre pasado me metí a facebook para ver los diferentes saludos de cercanos. En mi búsqueda encontré más de alguno con la intención de expresar la idea de la navidad inmaterial. Esa que se vive únicamente acompañados de la familia, y no de un desbordante materialismo.
Días atrás escuché de cercanos que, efectivamente, existen personas que pueden esperar estoicamente ese día veinticinco para un único fin material: el encargo que efectuaron en dichas fechas. Con ese pedido ya se fue la navidad.
Luego de leer tanto mensaje por las redes sociales, me dispuse a escribir uno propio. No encontré alguna palabra o idea que no sonase como un cliché más en este compendio de buenas –y algunas, vanidosas- intenciones. Simplemente envié un par de correos a las personas que, con sus pequeños gestos, hicieron que mi año fuese uno bueno. El agradecimiento en silencio y personalizado lo encontré razonable. A otro par de buenos amigos los llamé por teléfono deseándoles prosperidad a ellos y a sus familias.
En esta navidad quería valorar pequeñas ideas que no había valorado. Esa palabra la había pensado únicamente en un tono enunciativo.
El año anterior había pasado navidad como muchos chilenos: solo. Tuve que regresar de Santiago y dedicarme a los estudios. Recuerdo llegar al terminal de buses y darme cuenta que ese veinticinco de diciembre del dos mil ocho estuvo nublado, sin posibilidades a que las nubes se abrieran y pudiese salir el sol en el atardecer. Estas nubes, oscuras en su mayoría, hicieron aún más tenue mi día.
Saliendo del terminal las calles estaban vacías, yo pensaba en que cada cual estaba en su casa durmiendo con los suyos. Nadie se daría el trabajo de caminar en esta festividad a las nueve de la mañana. Las calles del centro eran un triste desierto. Y el día recién estaba comenzando.
Durante la tarde, y al ver que a la hora de almuerzo pocas opciones encontraría; fui a una tienda de comida rápida. Saqué mi bandeja, subí las escaleras y me senté. El panorama era desolador, únicamente esperaba devorarme con todas mis ganas lo que había comprado, quería estudiar, pues para eso me di el funesto día. Luego del almuerzo unipersonal, estaba preparado para muchas horas de estudio.
Sacando los textos que tenía que aprender en ese entonces, miraba por la ventana teniendo la esperanza que el día dejase de ser nublado y fuera un poco más alegre. De pronto eso aplacaría mi soledad en esta festividad. Sin embargo las nubes permanecieron donde estaban, es más se hicieron acompañar de otras más negras. Lo cual hacía que el panorama resultase desolador.
Comenzando con mi estudio, lo pude hacer en períodos de tres horas. Hacía un alto en cada período. Podía estudiar con más fuerza, la rabia del estar solo, ese pensar que me tuve que dar la lata de venir a otra ciudad mientras mi familia estaba celebrando en otro lugar. Si alguien pensó que la rabia no era buena en ninguno de estos casos, creo que le podría decir que está equivocado. Utilicé toda la rabia para que fuese energía en mi estudio, lo cual significó que mi jornada diaria fuera absolutamente satisfactoria. Consuelo y precio a costa de mi soledad auto inferida.
Tarareaba noche de paz, y algunos cantos de misa que dantescos coros romanos realizan en navidad. Mientras en cada momento recordaba el piano de Yann Tiersen con Rue de Cascades.
Luego de ese día, comencé a valorar mucho más el precio de estas festividades. Espero no tener que repetir la experiencia, y si me llegase a tocar, creo que realizaría la misma rutina que hice en ese entonces.
Mi saludo y respeto para todos aquellos que sólo buscan un saludo en navidad.
Feliz Navidad Compadre !!
ResponderEliminarFeliz Navidad, pecoso..
ResponderEliminaroye! acabo de ver a tu hermano en la plasha... igual se parece a ti! solo que el es más moreno.
ResponderEliminarun besito :)
pd: nsoifnwdiofnlfnoifnrif