sábado, 17 de abril de 2010

Episodio 23: Ideas


«Quizás deseaba que, si bien, su vida no tenía sentido para él, su muerte pudiese tener sentido para el resto»


Si usted en su rutina diaria sale de su casa y toma desayuno en alguna cafetería ¿Qué haría si su escena cotidiana se destruye? Imagínese la aparición en la tienda de un tipo de pelo crespo, corto, con barba de 3 días, paseándose entre la multitud. Con un coro que va siguiendo lo que él propone. Que habla del amor, de lo efímero que pueden resultar algunas cosas que parecen más profundas. Probablemente se quedaría ahí sin reacción.

Hace dos años atrás me encontré con “7.35 de la mañana”, un cortometraje del director Nacho Gabilondo, que nos presenta en algún momento lo que le acabo describir. Un tipo derrochando histrionismo frente a usted que sólo busca unas tostadas, un periódico y buen café como lo es de costumbre. El tipo en cuestión, se convierte en protagonista de su propia desgracia, transformándola en un acto de lo absurdo. El reparo, el tipo está con un chaleco de dinamita, obligando al resto de los clientes a seguir lo que él está cantando. Detallista como ninguno, en su dantesca tragedia hay atisbos de pulcritud. La gente, que lo sigue a la fuerza, tiene un parlamento que debe ser cantado. Todo el ambiente está detenido. Los meceros, estupefactos, se quedan en la barra del lugar. Dos personas apoyadas contra una pared, una de ellas tocando las cuerdas de una guitarra, lo cual da impulso a este sujeto que sólo busca una memorable retirada suicida.

Sobre el suicido ¿Ha pensado cuántas personas han estado convencidas en cometerlo en un ciento por ciento? Díficil es asegurarse que exista un rasgo de absoluto acuerdo. Siempre queda ese pensamiento fugaz y vacilante. Que hace que, el convencimiento no sea del todo absoluto.

Con las ideas ¿A cuántas hemos dado una muerte no merecida? El quedarse quieto y no pensar lo que realmente se desea pensar para luego concretizar. ¿No cree que algunas ideas merecen ser oídas? La idea que no es exteriorizada, nunca va a poder ver si ha de ser exitosa o siquiera llamar la atención, y así lograr algún sentido. Matar una idea propia ¿Podría entenderse como una suerte de suicidio no físico?

Este cortometraje español, en tan sólo siete minutos reúne: misterio, comedia y tragedia. Todo en un contexto cotidiano, al hueso. Sin rodeos ni insinuaciones innecesarias. Su protagonista, luego de ofrecer su acto hacia el público, que también las hacen de actores secundarios, se despide de todos con una somera reverencia y se escapa de la cafetería con una bolsa de confeti que abraza en contacto con la dinamita que porta en su torso. El acto tiene que terminar, y cuando eso ocurre se tiene que hacer a lo grande. Quizás haya correspondencia entre el confeti y su muerte. Quizás él deseaba que, si bien su vida no tenía sentido para él, su muerte pudiese tener sentido para el resto.

No hay que guardarse las ideas valiosas. Luego de estos minutos de un corto de bajo presupuesto, queda ese pensamiento, esa reseña que tal vez las ideas hay que defenderlas, y no hay que esconderse hasta que el resto pase. Hay que hacerlo… no caben dudas
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sábado, 3 de abril de 2010

Episodio 22: Metro Tobalaba



«I am an outsider
Outside of everything»

Outsider - The Ramones

Curiosidad es la que me ha provocado en estos días el Metro Estación Tobalaba. Mientras caminaba al interior de ésta, pensé en lo que podría denominarse un experimento social. Estar en una grande y complicada estación de metro, en un día hábil en horario punta. Es jueves, son las seis y media de la tarde de un caluroso día. Camino desde Tobalaba dirección norte, hacia la estación de metro del mismo nombre. Esta estación es combinación que une la línea 1 y la 4.

Al ingresar al subterráneo me doy cuenta que no es una estación cualquiera. Hay desde tiendas de comida, espacios amplios, servipack para pagar las cuentas, tiendas de souvenirs y hasta una tienda de ropa interior donde todas las maniquíes son de busco generoso.

Nunca he entendido la logística de la estación, antes caminaba por instinto poniendo la tarjeta en el censor para luego ingresar siguiendo los carteles. Para mi sorpresa un día seguí erradamente una señalización, me di cuenta que muchas veces no hay que hacerles caso. Son tantas las señaléticas disponibles en el recinto que, los mismos encargados del orden al interior, podrían haber cometido el error de que un letrero discordara de otro. Qué complicado es ir por las “salidas especiales”, que unido a los accesos para personas con discapacidad, pueden tornan el metro Tobalaba en un verdadero laberinto arquitectónico. La clave, seguir las líneas pegadas en el suelo con el color, el número de línea y la dirección hacia donde éstas se dirigen. Hacer el ejercicio es fácil, un oasis en el desierto.
La hora peak, donde más afluencia de público tiene el metro de Santiago. Luego de haber resuelto el caso de qué dirección tomar, logré llegar hacia los trenes. La línea de espera era un caos, los pasillos de los rieles tenían alrededor de cinco filas de personas que, guiadas en todo momento por personal del metro, hacen que el proceso sea un poco más civilizado. Todo está delimitado por una línea amarilla que no se debe cruzar en ningún momento, sólo para abordar el tren correspondiente. Esto que suena muy lógico ha sido uno de los funestos detalles que le ha costado la vida a más de algún santiaguino que la ha irrespetado o, simplemente, ha sido empujado por la estampida humana, deseosa de llegar a su destino en el menor tiempo posible.

Al interior del tren, el aire está viciado. Como ocurre con todo el interior de la estación Tobalaba, es tanto el aire viciado que da la sensación que se está en un ambiente tropical, donde el calor y la humedad se impregnan con facilidad haciendo caso omiso a la estación del año en la que se vive. En verano el cuento es distinto, sin embargo, los encargados del metro tienen esto previsto, es por ello que tienen ventiladores que expiden aire en los principales accesos.

Antes de abordar el tren, me confundí de combinación. Iba en dirección hacia San Pablo. Fue una afrenta hacia la mayoría, ir en contra de la muchedumbre fue un acto que me hizo sentir un verdadero outsider. El cómo sentir que en muchos rincones de la ciudad de Santiago, aparte de esperar que los vehículos crucen luego, hacerlo con personas. Cosa que en regiones no se ve. Peor aún es la sanción si se llegase a sentir uno atropellado por la gente, el santiaguino en la hora peak está desesperado. Los improperios que te puedes llevar son considerables, estás contra la corriente. Te equivocaste.

También la hora peak ofrece algo muy particular. Distinción entre trenes rojos y verdes. Ambos se intercalan entre las distintas estaciones, algunas de éstas son mixtas entre estos dos colores. Raro es ver un tren completamente de rojo, que efectivamente sea uno verde. Que sólo el detalle es ver una minúscula línea verde que está arriba de cada acceso.

Ya abordé el correcto, es en dirección hacia Plaza Puente Alto, línea 4. Mi parada es pronta, me bajo mirando de reojo como a muchos les queda un largo recorrido. Gané la batalla pero no la guerra.